La actitud del gobierno polaco, que quiere limitar la autonomía de su poder judicial, manifiesta crecientes tendencias de vuelta atrás, contrapuestas al aumento de diversidad que inspiran los valores democráticos en un mundo abierto. En línea con los nuevos desafíos, el primer experimento serio de la Humanidad para superar las limitaciones institucionales en vigor se llama Unión Europea (capítulo final del libro: Más allá del estado nación). Por eso sufre los embates del viejo nacionalismo, que la ve como una amenaza exterior a las esencias de la patria y se resiste a ser supervisado desde fuera. Especialmente cuando los políticos que ejercen el poder que consideran soberano quieren limitar el equilibrio entre los órganos constitucionales y coartar libertades, como es el caso del líder polaco de línea autoritaria Mateusz Morawiecki.

No se preocupen, la sangre no llegará al río. Polonia, aunque lo haya aprobado un Tribunal Constitucional -órgano que tiende a considerarse por encima de los demás y por eso puede simpatizar con viejos soberanismos- no puede permitirse un enfrentamiento con Europa y sabe, mal que le pese, que tiene la batalla perdida. La cuestión es armar cancha, como les gusta a todos los populistas y poder vender que lo que pretendían al limitar la independencia del poder judicial tenía encaje en su constitución, aunque sea injustamente prohibido por los burócratas de Bruselas, típico lenguaje que les gusta.

El derecho comunitario ya superó ataques de este tipo. Cuando aún no estaban sometidos a él países como Polonia o el nuestro, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea estableció, asunto Simmenthal (1978), un precedente: en caso de conflicto entre una norma europea y otra estatal, la ley interna es inaplicable, sin necesidad de que los tribunales nacionales intervengan. En otro caso posterior, Costa-ENEL, volvió a establecer que el derecho comunitario prima sobre el nacional, como establecen los tratados firmados por los países socios. La UE deberá insistir en estos y otros precedentes para defender la independencia de la justicia polaca.

Es importante que actúe con prudencia y rigor, porque el último sostén que tiene en este caso es el propio pueblo polaco que según las encuestas disponibles se siente más europeísta (81%) que la media de los países miembros (72%) y confían más en el gobierno de la UE (47%) que en el suyo propio (37%). No es el caso británico, no hay posibilidades de Polexit. Además, no se lo podrían permitir porque dependen de los fondos estructurales europeos. Bruselas utilizará los 36.000 millones que les ha reservado en el plan de recuperación de la pandemia (casi 25.000 a fondo perdido), para aplacar los excesos de la fuerza que está al mando del ejecutivo polaco, la derechista ultra católica Ley y Justicia. Un partido que no puede prescindir de ese dinero a dos años de las elecciones legislativas, habida cuenta de que las anteriores las ganó por poco.

Contra lo que muchas veces divulgan populistas de uno y otro signo, la UE es mucho más que “un club de mercaderes”. Tiene dimensión, criterio y capacidad suficientes para protegernos de los excesos de los amantes del pasado que buscan recortar la democracia o de las prácticas monopolísticas de algunas grandes tecnológicas. El pueblo polaco está demostrando que es más europeísta que los aparatos de políticos y funcionarios que viven de explotar un viejo concepto de soberanía nacional.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *