El radicalismo lleva a posiciones con difícil salida, tanto electoral como personal. En el lío de la política española se están produciendo tensiones en grupos minoritarios que deben adaptar ideas y objetivos para no ser marginados en los próximos procesos electorales.

Pasa en Ciudadanos, que se considera liberal y de centro, pero no es ni una cosa ni la otra. Lo he dicho otras veces (entradas del 10/11/19 y del 07/05/21): en España no se puede ser de centro y centralista. Ser de centro y liberal implica poder hablar y pactar con todo el mundo. Su amor al gran Estado podría adscribirse al liberalismo variante francesa, que siempre tiene algo de protofascismo y en eso aquí hay otros que les ganan. Nació de una reacción contra el catalanismo y sigue el camino de la UPyD de Rosa Díez, que venía del anti vasquismo. Son pocos y divididos, su lideresa, Inés Arrimadas, intenta una refundación difícil y tiene contestación interna con dimisiones y fugas.

Junts per Catalunya abandonó la moderación cuando Artur Mas los arrojó a una confrontación que tampoco es centrista ni liberal, las leyes deben cumplirse. También pecó de prepotencia el gobierno de Rajoy al desposeer de sus derechos políticos a cargos públicos catalanes antes de haber una sentencia firme, nos lo acaba de recordar nada menos que el Comité  de Derechos Humanos de la ONU. En un Estado de Derecho las formas son importantes y los tribunales están para algo. Carles Puigdemont, sucesor de Mas, sigue su línea y permitió a Ezquerra Republicana, antes vista como más radical, centrar su discurso y liderar el catalanismo. Ahora, además de insistir en propuestas radicales, Junts debe gestionar el lío de la presidenta de su ejecutiva, Laura Borrás, procesada por un asunto de corrupción y obligada a dejar la presidencia del Parlament. Pero se resiste a que otro ocupe un puesto institucional importante y crea una situación anómala, lo que ocurre en Cataluña con excesiva frecuencia.

Podemos registra una cierta tendencia a desmembrarse, parece que sólo está cohesionado por la importante cuota de poder de que dispone en el Gobierno. El liderazgo político de la izquierda del PSOE está abierto. La que genera más expectativas para ocuparlo es la Vicepresidenta Yolanda Díaz con Sumar, allí confluyen diversas corrientes en un proyecto algo etéreo. Mientras, desde el Gobierno promueve opciones políticas que parecen diseñadas por los sindicatos, organizaciones burocratizadas y de líderes eternos, poco aficionadas a la creatividad que parece ofrecer el sumatorio de Yolanda.

En todos estos líos diversos hay mujeres trabajando para seguir en la lucha política, una prueba de su creciente presencia en puestos directivos de los partidos. Los casos citados, en plena actualidad, darían para una película de Almodóvar, gran observador del universo femenino. 

El caso de Isabel Díaz Ayuso es diferente. Su cargo no está en riesgo pero siempre da la impresión de que le sabe a poco. Hace unos días estuvo en Ceuta premiando a agentes de la Guardia Civil y la Policía desplegados en la frontera. Les impuso la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo, una condecoración de su comunidad que parece va a ir imponiendo por España adelante a quien considere que comulga con sus ideas. Allí expuso las líneas de política de inmigración que le parecían adecuadas, criticando la falta de determinación del Gobierno, a pesar del frente que ha abierto el Presidente al dejar de defender la autodeterminación del antiguo Sahara Español. Según ella, “en Madrid nos preocupa lo que ocurre en todos los lugares del país”. Feijoo debe cuidarse de que no se lo coma. Apetito le sobra.

Siempre me ha parecido un error que la capital sea también comunidad autónoma, es difícil que allí convivan dos gobiernos de tendencias diferentes pensando ambos en el conjunto de España. Si a otros presidentes de CCAA les diera por empezar a condecorar a funcionarios que trabajan en otro lugar, en la capital se echarían las manos a la cabeza y criticarían el desbarajuste autonómico, un deporte que les encanta.

Únete a la conversación

1 comentario

  1. Estando más o menos de acuerdo con el conjunto de lo que se argumenta, hay en ello cosas que deberían estar fuera de toda duda:
    «las leyes deben cumplirse» y «los tribunales están para algo».
    En no pocas ocasiones parece que no lo tenemos claro y siendo así todo lo demás está o ya en crisis o bajo amenaza.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *