La creciente sensibilidad sobre maltrato animal afecta a las corridas de toros. Gijón ha sido la última ciudad en dar el paso de suprimirlas. Su alcaldesa, Ana González, ha decidido no prorrogar la concesión de la plaza de toros municipal, El Bibio, que pasará a dedicarse a conciertos y actuaciones musicales. Entre las razones alegadas figura que, en la última corrida, se lidiaron toros con el nombre de “Feminista” y “Nigeriano”, aunque esto parece sólo una disculpa adicional para parar una actividad que muchos ven como de otros tiempos. En Oviedo la plaza está en ruinas y no se celebran espectáculos desde el 2007

Es normal que la pérdida de popularidad de la tauromaquia sea más marcada en el norte. Su ciudad más importante, Barcelona, celebró la última corrida en el 2011. Son zonas más alejadas de algunos elementos tradicionales que se consideran inherentes a lo español, una amalgama cultural de costumbres y aficiones procedentes mayoritariamente del centro-sur, a la que se siente próxima nuestra capital, con lo que eso implica de influencia en los medios y defensa a ultranza de la identificación unitaria.

La mayor parte de los que vivimos en Galicia, donde la vaca es casi tan sagrada como en la India, sentimos las corridas como algo ajeno, aunque aún queda una plaza de toros en activo, la de Pontevedra. En 2021, por segundo año consecutivo, alegando las medidas que se deben tomar a causa de la pandemia la ciudad del Lérez no ha celebrado la feria taurina de su semana grande. Es posible que sea un primer paso del prudente alcalde del BNG, conocedor de lo que implica el dibujo de Castelao que preside esta entrada (Que lástema de bois!), para arrinconar a algunos nostálgicos y acabar con la única feria taurina gallega. En Coruña, un alcalde del PSOE muy españolista, llegó a levantar en 1991 con dinero público un carísimo coso taurino cubierto (el anterior desapareció en una operación inmobiliaria), que la escasa afición no consiguió sostener. Ahora tiene otros usos.

La mayor parte de los que vivimos en Galicia, donde la vaca casi tan sagrada como en la India, sentimos las corridas como algo ajeno, aunque aún queda una plaza de toros en activo, la de Pontevedra. Por segundo año consecutivo, alegando las medidas que se deben tomar a causa de la pandemia, la ciudad del Lérez no ha celebrado la feria taurina de su semana grande. Es posible que sea un primer paso de su prudente alcalde del BNG, conocedor de lo que implica el dibujo de Castelao que preside esta entrada (Que lástema de bois!), para arrinconar a algunos nostálgicos y acabar con la única feria taurina gallega. En Coruña, un alcalde del PSOE muy españolista, llegó a levantar en 1991 con dinero público un carísimo coso taurino con una cubierta móvil que no funciona (el anterior desapareció en una operación inmobiliaria). La escasa afición local no consiguió sostenerlo y ahora tiene otros usos.

Agarrase a que son patrimonio cultural de España (ley aprobada en el 2013 con los únicos votos de PP) no salvará las corridas de toros. Irán decayendo, aunque probablemente seguirán mucho tiempo presentes en el centro sur de la Península, donde sí tienen el arraigo tradicional del que nunca han gozado en las tierras del noroeste. Debe ser esa devota defensa de identidades patrias, con muchos elementos meridionales, la que ha llevado al empresario de la plaza de Gijón, amenazado de desahucio, a decir que la medida tomada por el Ayuntamiento de Gijón es arbitraria y “contraria a la Constitución”. Toma ya, los toros al lado de bandera. Algunos se empeñan en buscar identidades sagradas donde sea, especialmente si les tocan el bolsillo.     

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