El olor a gasolina embriagaba a los españoles que, en los 60, empezaron a poder comprar el pequeño SEAT 600. Significaba moverse, viajar. Un salto en la libertad de los afortunados que iban a trabajar o de fiesta a kilómetros de sus casas. Las ciudades se hicieron más difusas e invadieron espacios que antes eran rurales. La mayor libertad de movimiento fue consecuencia del desarrollo económico, impulsado por la apertura comercial y el tirón del turismo. El proceso reforzó las clases medias y, con ellas, puso las bases de la transición democrática de los 70.

Podríamos definir el siglo XX como el del petróleo. Abundante y barato de extraer, también movía aviones y barcos. La llegada del contenedor llenó de mercancías grandes buques y empezaron a caer barreras al comercio. La globalización petrolera fue cogiendo fuerza y se reforzó con la caída del muro de Berlín en el 89, que anunciaba el fin del último gran imperio terrestre, el ruso, la URRS.

Conocíamos el color negro del mineral y, por si lo olvidábamos, los vertidos en el mar nos lo recordaban con demasiada frecuencia, especialmente a los gallegos (*). También empezamos a conocer otro lado oscuro del petróleo barato: mientras ayudaba a ser libres a muchos consumidores, favorecía las autocracias en los países donde se extraía. Su abundancia dificultaba la estabilidad del estado de derecho en países productores como Méjico o lo liquidaba como en Venezuela. Oriente Medio se metía en una dinámica de guerras y dictaduras, muchas con base religiosa. Los jeques de la península arábica disfrutaban de la gran vida con las mujeres condenadas a ser siervas irrelevantes. Mientras, se iba haciendo patente el calentamiento de la atmósfera que impulsaba la combustión de minerales fósiles para producir energía.

La dura realidad se impone en el siglo XXI. El petróleo y el gas natural refuerzan el nacionalismo expansionista de una Rusia añorante de la URSS y la separan de Europa y las libertades democráticas. Hace sólo unos días, los jeques decidieron ayudarla en su invasión de Ucrania y volvieron a reducir la producción de petróleo para que suban los precios. Mientras se llenan más los bolsillos, refuerzan la inflación en los países occidentales, se tensionan sus políticas monetarias, confrontadas con los problemas en algunos bancos, y, en definitiva, se debilitan sus economías. Abrigan esperanzas de que así los obligarán a frenar la ayuda a Ucrania y de que el conflicto se solucione con una salida favorable a los intereses de Moscú, protagonizada por Xi Jinping, autoproclamado nuevo master del universo.

El tema es de acuciante actualidad. Estos días se reúnen, en Washington, el IMF y el Banco Mundial para ver cómo pueden conseguir recursos para aportar a los países pobres más afectados por el cambio climático.

El petróleo barato nos hizo más libres, más consumistas, más agresores del medio ambiente. Reducir su uso hasta marginarlo, es un problema de supervivencia por la necesidad de frenar el calentamiento global y de mantener espacios de libertad, especialmente de las mujeres, que sirvan de referencia a los que huyen de dictaduras. Con armas nucleares por muchos sitios, una política internacional sometida a designios nacional-religiosos de autócratas populistas pone en mayor riesgo la supervivencia de la especie que el propio deterioro de la atmósfera.

Deberíamos tener en cuenta todo esto cada vez que encendemos el coche, si disponemos de alternativas de desplazamiento más eficientes; cada vez que adquirimos un vehículo innecesariamente potente para desplazarnos; cada vez que elegimos vivir lejos de donde trabajamos. El teletrabajo ayudará a ser menos dependientes del coche.

(*) Comparto la foto que tomé, apoyando la cámara sobre un trípode, en las primeras horas de la madrugada del 13 de mayo de 1975, desde el Campo da Rata en la Península de la Torre de Hércules. El petrolero Urquiola ardía a la entrada de la bahía de Coruña tras embarrancar en unos bajos rocosos. Se aprecia la silueta incandescente del puente del buque. Ahora, debemos quemar el modelo económico y social que dio lugar a aquello.                                                                           

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *