La economía española se está comportando mejor de lo esperado en un marco de desaceleración económica. Las tensiones bélicas reducen el comercio, empujan el alza de precios y han llevado al Banco Central Europeo a encarecer el crédito para enfriar la economía.

A setiembre, el crecimiento anual de la recaudación de impuestos en España estaba en el 4,5%, algo por debajo del sorprendente dato del 2022 (4,8%). Todo un logro, habida cuenta que el objetivo comunicado a Bruselas para este año, era llegar al 3,9% de aumento y parecía exagerado. Hacienda se muestra ambiciosa y prevé prevé una cifra superior a fin de año, por la inflación y los nuevos impuestos (energéticas, banca, grandes patrimonios), aunque también pesa el lastre de las rebajas establecidas para compensar efectos de la pandemia, que podrá prolongar unos meses por el optimismo recaudatorio. Por primera vez desde la pandemia, la deuda pública española ha caído ligeramente por debajo del 110% del PIB del país.

El Boletín Económico del Banco de España publicó, hace tres semanas, un artículo sobre las causas de la mayor resiliencia de la economía española respecto a la del conjunto de de la UE. Se centraba en dos razones, la principal es el menor peso que tiene en nuestro país el sector industrial, más afectado por la subida de costes y la caída de intercambios comerciales que el de servicios,  muy importante en España por el peso del turismo. La otra es nuestra menor exposición al comercio con China, que se está frenando.

Son razones plausibles pero insuficientes. La recaudación impositiva se expande sobre todo por el crecimiento del pago con tarjeta o móvil, que se aceleró desde el 2020, por el miedo al contagio de covid 19. El cambio obliga a muchas pymes y autónomos a declarar más ingresos y tributar más. Lo mismo pasa con el crecimiento del PIB, gran parte es afloramiento, que también beneficia al empleo regular. Se registra más actividad porque ahora está saliendo a la luz parte de nuestra economía sumergida, que antes podía representar algo más del 20% del total, y se ve obligada a dar más la cara. Además, los sistemas de pago digitales mejoran la productividad porque son mucho más eficientes que el pago en efectivo.

En esto España aventaja a Alemania, al borde de una ligera depresión. Además del menor peso del sector industrial, que alega nuestro banco central, juega a nuestro favor que tengamos más actividad informal para aflorar y que, por diversas razones históricas, los españoles usan más las tarjetas que los alemanes.

Me sorprende que no se hable más de ello. Hay demasiados intereses, algunos inconfesables, que defienden el papel moneda. El Gobierno está más interesado en achacar a sus políticas la mayor recaudación y el crecimiento del PIB, y para los bancos centrales es un negocio imprimir billetes sin parar, especialmente de denominaciones altas, las que la gente honrada no usa, pero son imprescindibles para evasores fiscales, todo tipo de mafias, políticos corruptos, ladrones y terroristas. El propio gobernador del Banco de España nos recordaba, durante una conferencia sobre el impacto del envejecimiento que esa entidad organizó la semana pasada, que el pago de las pensiones puede entrar en riesgo a medio plazo. Debería añadir que si ellos dejan de imprimir billetes no habrá problemas para pagarlas, como explica el libro cuya portada reproduzco al final.

A pesar de todo lo que nos dicen sobre la necesidad de avanzar en el empleo de las TIC, no quieren que seamos conscientes de las ventajas de los medios de pago digitales. En el fondo, temen que se abra un debate serio sobre una supresión programada del efectivo que traería mejoras económicas y más seguridad a nuestras vidas, cómo ya se manifiesta en ese mejor comportamiento de la economía. Debate que debe incluir los métodos para solucionar caídas de los sistemas que soportan el funcionamiento de los pagos digitales. Un tema que adquirió protagonismo el pasado día 18 , al registrarse una breve interrupción, y que también aborda mi libro, donde se proponen soluciones fáciles.

Por otra parte, hay demasiada inercia entre los que analizan el comportamiento económico. Les cuesta adaptar sus modelos a una realidad de registro de datos que cambia. Me lo reconocía un profesor de economía después de leer mis artículos sobre el tema en la Voz de Galicia (*). En este asunto, mis lectores están mejor informados.

(*) Menos billetes, más recaudación (13/12/22) y La economía crece, pero también emerge (2/2/23).

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