La religión se apoya en la fe que profesan los creyentes en verdades reveladas por un ser superior. Cuenta con el arraigo que le dan tradiciones milenarias y es sostenida por organizaciones con mucha influencia. A muchas personas les trasmite seguridad para enfrentarse a los problemas de sus vidas y a la complejidad del mundo. Pero, como no necesita demostrar lo que dice, se convierte en substrato propicio para difundir teorías paranoicas sobre los designios del mal, que llevan a algunos a negar la redondez de la tierra, el calentamiento global, la eficacia de la vacunación o la pérdida de elecciones de sus amados líderes. Está en la base de una creciente radicalización identitaria, reforzada por nuevos instrumentos de difusión, manipulación y coordinación de comportamientos que ofrecen las redes sociales para completar lo que se transmite en templos y catequesis.

La religión es un factor determinante para conformar la identidad de los pueblos. Su poder se ha erosionado con el paso de los siglos en los Estados europeos que cuentan con un marco legal laico y democrático, pero, también aquí, los más conservadores son beligerantes contra cambios que una mayor igualdad entre géneros trae el espacio de la reproducción, de la familia. Como he comentado otras veces y explico en el ensayo, la regulación del aborto refleja bien la tensión entre la libertad de las mujeres y comportamientos defendidos por las organizaciones religiosas, dirigidas siempre por hombres. Lo vemos en España en los recursos contra la legislación sobre la materia o en las medidas disuasorias hacia las mujeres que desean abortar que acaba de tomar la Junta de Castilla-León de PP-Vox (*) . En general, el ascenso de la derecha y una mayor influencia cristiana es un fenómeno en extensión, muy evidente en Polonia y Hungría, con gobiernos que combaten el derecho al aborto y también algunas prácticas democráticas. No es casualidad.

En los dos mayores países americanos la decadencia de las religiones está siendo revertida por sectas evangélicas nacidas en aquel lado del Atlántico. Ellas han influido mucho en los excesos cometidos por los seguidores del anterior Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro para boicotear el acceso de Lula da Silva a ese cargo. Ramas extremistas del protestantismo estuvieron también detrás de similares desmanes producidos cuando Donald Trump perdió las elecciones hace dos años.

En Brasil el aborto sigue prohibido, cuando ya se ha ido legalizando en los países de la región que le siguen en tamaño. En los EEUU fue autorizado por una sentencia del Supremo de 1973, que ha sido revertida por otra del mismo órgano, con clara mayoría conservadora, en 2022. La regulación está ahora en manos de los Estados y en muchos, gobernados por republicanos radicales, la posibilidad de abortar en las primeras semanas de gestación ha sido suprimida o muy restringida. Estas medidas las sufren especialmente las mujeres de pocos recursos; las de buenas familias, aunque voten a los republicanos, siempre pueden acudir a un lugar donde abortar, si lo desean.

Influencia religiosa, aumento del nacionalismo, retroceso democrático, pérdida de derechos de mujeres y colectivos LGTBIQ+, son procesos ligados. Publico esta entrada sobre la creciente irracionalidad que nos atenaza el 14 de enero, Día Mundial de la Lógica, efemérides establecida en el 2019 por la UNESCO y el Consejo Internacional de Filosofía y Ciencias Humanas. Hay mucho trabajo por delante, mi ensayo intenta ayudar desde la lógica de la libertad.

Así tituló en primera El País al día siguiente de esta entrada:

(*) El tema, en contacto con la actualidad política, pide otra precisión, hoy día 16. Acabo de oír al Presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, justificar las medidas que han tomado como parte de su política para combatir la despoblación. Como se explica en mi ensayo, en el planeta sobran niños, si no consiguen que mejore la situación de su comunidad esta seguirá despoblándose y la gente emigrando a donde hay oportunidades. Ya que hablamos de evitar el despoblamiento rural, va siendo hora de que hagan algo de verdad, como eliminar, por ejemplo, unos 300 ayuntamientos de la provincia de Burgos, que tiene 371 (Portugal tiene 308 incluidas sus islas). Así tendrían más capacidad de ofrecer servicios y retener población, llevan decenios gobernado Castilla y León y no han hecho nada. Eso sí, se meten en la pelea del aborto por razones estrictamente ideológicas, que tienen que ver, como explico en el ensayo, con ideas de la prehistoria fosilizadas en religiones dirigidas por hombres, obsesionados por mantener a las mujeres en tareas reproductivas.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *