Un elemento central de mi ensayo es resaltar el decisivo papel que tiene la libertad e igualdad de las mujeres en la evolución y adaptación de la sociedad actual a un contexto histórico sin precedentes. La División de Población de la ONU estima que el planeta alcanzará una cifra próxima a los 10.000 millones de habitantes en las últimas décadas del siglo y luego empezará a caer. Cada vez nacen menos niños y la mayor parte de los países del mundo están ya por debajo de la tasa de reposición de la población, estimada en una media de 2,1 hijos por mujer, son los que están en rojo (sólo Corea del Sur) o naranja en el mapa tomado de The Economist. Eso es bueno, aunque asuste a la vieja guardia de usos y costumbres.

Reproduzco algunos párrafos del libro en que se basa el blog, tomados del capítulo La libertad de las mujeres, imprescindible para comprender lo que allí se expone.

…en la actualidad, convencidos de que vamos a tardar bastante tiempo en establecernos en otros planetas, tener hijos es más un peligro que una necesidad. En el siglo XXI, el mayor desafío para la supervivencia de la especie es exactamente el contrario de lo que preocupaba a nuestros antecesores cuando se fueron desarrollando los valores morales dominantes: nos reproducimos demasiado. La Humanidad es muy grande y los individuos que la forman viven cada vez más y quieren adquirir más cosas, con lo que ponen en peligro los equilibrios básicos de la biosfera en la que estamos ingeridos (pg 133).

…Gracias a la extensión de la democracia y a la lucha de muchas mujeres, éstas van estando más presentes en todos los espacios profesionales y reciben más educación. Una circunstancia que ayuda a que baje la mortalidad infantil, lo que también rebaja la presión sobre la natalidad. Podríamos pensar que, con estas medidas, la especie humana ha iniciado, sin que fuéramos muy conscientes, una adaptación a las nuevas condiciones de su entorno. La historia se acelera, deberíamos ayudar al proceso e ir desactivando obstáculos heredados que lo frenan (pg 135).

En ese mismo capítulo se explica cómo el sistema de valores morales, creado durante milenios en torno a las grandes religiones (siempre dirigidas por hombres), responde a necesidades de otros tiempos, de cuando la humanidad podía desaparecer por una peste, una catástrofe, una guerra o una combinación entre ellas. Había que centrar a las mujeres en producir descendientes. Ahora es buena noticia que ellas sean mucho más libres y tengan menos hijos. No es sólo un asunto de justicia y de eficacia (es muy positivo aprovechar todas las capacidades de las personas), también lo es de supervivencia. Lo que asimismo es aplicable al colectivo LGTBI, al que los defensores de la familia tradicional rechazan visceralmente.

La gente vive más, habrá robots realizando actividades que ahora hacen los humanos y consumimos demasiado: necesitamos menos gente. Pero las ideas del pasado tienen mucho peso y se sienten agredidas (1) por el ascenso de los derechos de grupos cuyo comportamiento no se ajusta al sistema de reproducción tradicional y (2) por la pérdida de eficacia del modelo de estado nación, como también se analiza en el ensayo y en el blog. Observen lo que dicen los talibanes de diversos grados que están en ascenso en muchos lugares, aquí también, ultranacionalistas que niegan desde el cambio climático al derecho al aborto. Necesitamos evitar la marcha atrás que pregonan. Los saltos en el tiempo son imposibles, intentarlos retrasa la evolución de la humanidad y la ponen en grave riesgo. Una realidad que los retrógrados niegan, a pesar de que estos días hemos superado, varias veces, los récords de temperaturas más altas del planeta desde que se tienen registros.

Por cierto, los países que necesiten más gente pueden importarla. El sur de Asia, el África subsahariana y parte de Iberoamérica aún producen muchos niños. Otra cosa es que haya sentimientos de rechazo al diferente que lo frenen, como pasa, por ejemplo, en Corea, Japón o Rusia, y también en ambientes más cercanos, como hemos comprobado en Francia hace unos días.  

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