Según las previsiones más fiables, antes de mediados de siglo, la población mundial se estabilizará en torno a los 9.500 millones. Después empezará a caer, cada vez se registran menos nacimientos. El fenómeno empezó en los países más desarrollados y se va extendiendo por todas partes. Si la población no empieza a bajar antes y más deprisa es porque también se alarga la esperanza de vida. Son tendencias adecuadas, la especie humana, sin ser muy consciente, se va adaptando a los límites del planeta para aguantar una población que consume cada vez más. Debemos parar la expansión y mejorar los hábitos de consumo, corremos el riesgo de morir de éxito al agotar recursos básicos del ecosistema terrestre.

En paralelo a la caída de la natalidad, cada vez se aprovecha mejor el potencial humano, por lo que puede seguir aumentando la producción de bienes aunque baje el número de ocupados. El papel que asumen las mujeres es fundamental, se forman y se incorporan a todos los espacios profesionales. Su mayor nivel educativo ayuda también a que haya menos descendientes, pero a que sobrevivan más. Madres más formadas son el principal factor para reducir la mortalidad infantil. La creciente presencia femenina en todo tipo de actividades refuerza y enriquece el capital humano que trabaja. Al cambio de rol de las mujeres, se añaden el aumento de la esperanza de vida y la progresiva robotización de muchos trabajos que antes realizaban las personas. Debemos aspirar a vivir más y mejor y a tener más tiempo libre, pero seremos menos.

Las dinámicas descritas chocan contra valores, procedentes de tiempos ancestrales, cuando había que apoyar la reproducción de la especie para evitar que pudiera desaparecer. Esos valores se reforzaron con el mensaje de organizaciones religiosas con mucha influencia y papel dominante en el sistema educativo. Como explico en el libro que sirve de base al blog,  las grandes religiones, siempre dirigidas por hombres, tienen un papel decisivo en tratar de imponer a las mujeres una cultura reproductiva de otros tiempos. El caso más claro es el islam, un depurado instrumento para someterlas.

Estos factores siguen jugando en la forma en que hacemos política. Hay casos extremos como los ayatolas de Irán y Afganistán, y no les van a la zaga los jeques árabes, a los que adulamos por el dinero que les da el divino legado del petróleo. Pero también el conservadurismo nacionalista, en alza en muchos países, intenta frenar las lógicas tendencias de la especie a adaptarse a una situación de superpoblación y marco tecnológico y de relaciones muy diferente, frenando la reproducción y aprovechando mejor el capital humano. Utilizan el poder que van adquiriendo para frenar las medidas contra el calentamiento global, que recomienda tomarse en serio el retroceso  poblacional, combatir el aborto (1), reducir derechos de los homosexuales, incentivar a las familias a tener más hijos… Siempre intentan arrastrarnos al pasado, por lo que también refuerzan fronteras y aumentan el gasto militar.

(1) En la consolidación del derecho al aborto, destaca el apoyo del ultraderechista Frente Nacional a la decisión del gobierno francés de incorporarlo a su Constitución. En esa clara desviación de lo que predica la corriente nacionalista conservadora debe haber influido que sea una mujer, Marine Le Pen, la que dirige esta formación. Francia vuelve a liderar un avance de las libertades.

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