Otra de las tendencias actuales. En la mayoría de los países más desarrollados el número de hogares con can rebasa al de los los que tienen algún descendiente (1). Ayuda a ello que la población va haciéndose más longeva y, aunque no esté en edad fértil, siempre puede comprar un perro.

Las razas caninas son resultado de milenios de evolución en contacto con el ser humano y se han especializado en caza, defensa, transporte o en pura compañía. Tenemos un conjunto diverso de seres vivos acostumbrados, en general, a sentirse a gusto con las personas,  a entenderlas, quererlas y jugar con ellas, a adaptarse e incluso adelantarse a sus deseos. Razones que impulsan la demanda de estos animales. Nos hacen compañía, nos dan cariño. Han aprendido a satisfacer necesidades emotivas básicas del ser humano y, en general, lo hacen muy bien.

La proliferación de chuchos ha creado un sector económico para facilitarles todo lo que necesitan: alimentación, vestido,  adiestramiento, sanidad, transporte y residencia. También hay aspectos que son atendidos por los ayuntamientos, sobre todo para crear y mantener espacios adecuados en plazas y jardines y limpiar desperdicios que no siempre son recogidos por los dueños. En este ámbito, es relevante el papel de las perreras que recogen y guardan animales abandonados, vagabundos o subproducto de camadas demasiado numerosas.

La moda de tener perro va a más y la presión sobre los espacios y servicios públicos continuará aumentando. Creo que llega el momento de aplicarles un impuesto, recaudado por los ayuntamientos, que financie la creciente carga. Lo mejor sería una sencilla tasa anual. Los canes llevan una identificación que permitirá a cualquier agente municipal leerla y poder saber si está al corriente en los pagos. Si no está identificado o tiene tasas no atendidas puede ser retirado y conducido a la perrera municipal.

El impuesto tenderá a frenar algo la expansión de una población que genera gasto común y contamina, como cualquier otro ser vivo. Quizá promueva también el desplazamiento de la demanda de animales de compañía hacia los gatos, más de ir por libre y menos dependientes del cariño del dueño.

(1) A continuación, reproduzco una estadística de un habitual proveedor, The Economist, que refleja el porcentaje de hogares de algunas de las principales áreas metropolitanas de los Estados Unidos con hijos de menos de 18 años (azul claro) y los que tienen al menos un perro (azul oscuro). En la mitad de ellas y en la media del país ganan las últimas. Son datos del 2021.

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1 comentario

  1. Me parece una muy buena idea. El legítimo derecho al uso y disfrute de mascotas en general y, concretamente, el exponencialmente creciente de canes, debe llevar no solo a un similar estímulo del sentido de la responsabilidad y servidumbres de sus propietarios para evitar o, al menos, limitar las no pocas molestias (dicho sea en sentido genérico) que ocasionan o pueden ocasionar a terceros, si no también a la toma me medidas por parte de la autoridad competente en el sentido que propones. Y cuando por los propietarios no se cumplan las normas de distinto tipo que están establecidas (entre ellas las muy lógicas «fiscales» que sugieres) no parece que el tema deba resolverse únicamente retirando el perro (que no es imputable) a la perrera municipal . No digo yo que tal debiera ser el destino de quien o quienes le tutelen, pero si reos de una educativa y disuasoria sanción.

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