El 6 de diciembre celebramos la Constitución, un buen momento para reflexionar sobre cómo integrar diversas visiones de España que, con frecuencia, atizan enfrentamientos.  Ese día, el fútbol nos ofreció una oportunidad, añadida al homenaje ritual a la carta Magna celebrado en el Congreso, donde hubo bastantes ausencias, incluida la del rey. El deporte más popular es muy utilizado para promover amor patrio, versión simple. Banderas y cánticos nacionales decoran el Mundial, celebrado en un país que respeta poco la democracia, al igual que la FIFA. Su elección contó con el apoyo de nuestra Federación y de los dos grandes clubs españoles, Real Madrid (el comité organizador de Catar estaba presidido por Zidane) y Barcelona. Es cosa de “nuestros hermanos árabes”, como gusta decir el emérito. Quizá también él echó una mano, como en mucho de lo que se cuece por allí.

España llevaba un equipo joven, dirigido por un seleccionador extrovertido y mandón que asume el protagonismo sobre todo lo que ocurre a su alrededor. Luis Enrique tiene un carácter muy diferente al discreto Iago Aspas, el delantero del que prescindió, a pesar de ser con frecuencia el futbolista español con más goles marcados en primera división. Quizá se deba a la imagen humilde y a la dosis de imprevisibilidad del de Moaña, dotado de imaginación e inteligencia para olfatear variadas oportunidades de batir la portería contraria. Pero al jefe, destacado defensa en su día, le iban los delanteros clásicos a los que les cuesta marcar, hasta de penalti. En fútbol no se gana si no hay goles, no llega con el tiqui-taca de aventajados centrocampistas. 

Perdió con Japón en la fase de grupos y fue eliminado por Marruecos en octavos. Colaboramos a que un país del planeta árabe acceda a cuartos de un Mundial por primera vez en la historia del fútbol, más apoyo a Catar, a esos “hermanos”, cuyo Estado más potente (Arabia Saudí) acaba de firmar una alianza estratégica con la China totalitaria. Somos demasiados complacientes con una pandilla de monarquías medievales.

Lo ocurrido en el Mundial es un desastre para España, que presume de ser una gran potencia futbolística. Encima nuestra selección iba vestida con los colores del Celta, el equipo del marginado Iago Aspas. Se necesita un seleccionador con más sentidiño y menos afán de protagonismo, lástima que a Aspas se le esté pasando el arroz.

Tampoco daban la imagen adecuada Tanxugueiras, a juicio TVE, cuando hace casi un año las rechazó para representar a España en el último concurso de Eurovisión, a pesar de que arrasaron en la votación de los telespectadores de la gala de selección. Apostaron por lo previsible, lo que recomiendan los expertos e interesa a las discográficas, y no ganaron, aunque al menos la cubana Chanel consiguió un tercer puesto. No se puede saber lo que hubiera ocurrido de elegir a Tanxugueiras, pero se hubiera respetado lo que prefería la gente, que manifestó afinidad a lo que sentía más próximo.

Los diversos aparatos al mando de las sociedades de hoy promueven lo políticamente correcto, lo plano, lo previsible, lo que dicen las redes sociales. Necesitan que la sociedad civil les presione para abrirse, para cambiar, para adaptarse al mundo diverso e integrado que tenemos. A lo mejor lo ocurrido en Catar ayuda. Cerca de allí las iraníes dan ejemplo, resistiéndose a los ayatolas. Luis Enrique actuaba como un ayatola de nuestro fútbol.

Acabamos de saber que la policía judicial belga ha realizado una redada en Bruselas para desmantelar una red de corrupción vinculada a la defensa de los intereses de Catar. Las detenciones abarcan desde una vicepresidenta del Parlamento Europeo a un líder de una ONG que defiende los derechos humanos o a un dirigente sindicalista internacional. A un exdiputado europeo se le requisaron en su domicilio 500.000 euros en efectivo (la energía oscura del petróleo). Un par de días antes, Arabia Saudí firmaba una alianza estratégica con la China del fascista Xi Jinping, al que hicieron un gran recibimiento. ¿Quién se acuerda de que Xi se dedica a “reeducar” y eliminar a los pobres uigures por ser musulmanes? Al parecer, sólo se acuerdan de Alá para seguir mandando y sometiendo a las mujeres. Vaya “hermanos” tenemos.

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2 comentarios

  1. Calificar de “versión simple” el fútbol para defender el “amor patrio”, criterio que comparto, no parece muy coherente con la expresión posterior “Lo ocurrido en el Mundial es un desastre para España”, lo que, consecuentemente, no puedo compartir. De desastre pueden tacharse otros acontecimientos poco comentados, sobre los cuales cualquier referencia brilla por su ausencia.
    Tampoco se entiende muy bien a que vienen, en este caso, las apelaciones al “emérito”, que parecen inevitables con cualquier motivo. Alguien no “avisado” podría deducir que Juan Carlos I decidió sobre las alineaciones o el mismo fue el encargado de tirar los penaltis. Tantas y tan reiteradas especulaciones, muchas con escaso o ningún fundamento, probablemente conduzcan a lo contrario de lo que evidentemente se pretende, llevando a poner en duda aquellos otros aspectos que son menos cuestionables.

    1. Reconozco que la entrada es una mezcla de cosas diversas. Lo del desastre está relacionado únicamente con la frase que le sigue, se limita al aspecto futbolístico, aunque lo de perder contra los marroquíes hiere la sensibilidad de mucho patriota poco aficionado a que los «moros» nos ganen batallas. Lo del emérito tiene que ver con que siempre fue un enlace con esos «hermanos» poco democráticos, que lo acogen cuando hace falta y que se han sacado un Mundial de la manga manejando influencias por la vía de lo que llamo «energía oscura del petróleo», como el escándalo que aflora ahora en el Parlamento europeo. La entrada tiene muchos matices y relaciona el papel de distintos agentes de la actualidad, incluido un delantero de Moaña y unas pandereiteiras de Teo.

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