La edad de jubilación en Francia (62 años) es una anomalía. La esperanza de vida es ahora mucho más alta y el sistema público de pensiones presiona el déficit público. Se nota mucho en un país donde el gasto del Estado se sitúa en torno al 60 % del PIB, una característica de los países centralizados (Alemania está en el 50%).
Macron tiene esos datos encima de la mesa, como cualquier otro que ocupara el poderoso sillón presidencial francés, y ha decidido abordar el problema manu militari. Quizá no tenía otra forma de hacerlo porque conoce bien el proceder tradicional del pueblo francés: echarse a la calle para defender lo que sea. Forma parte de una vieja costumbre y, cuando se puede parar el país, se consigue del Estado todo o parte de lo que se demanda. Eso explica, por ejemplo, los desmedidos sueldos de los conductores de los trenes de alta velocidad (TGV), un colectivo que tiene capacidad de bloquear las comunicaciones, pero que pronto podrá ser substituido por sistemas informáticos.
Ha decidido evitarse meses de dar vueltas al asunto y tiró para adelante. En mi ensayo destaco que esa es una virtud del sistema presidencialista con limitación de mandatos. En su segundo y último, el Presidente francés se siente con la libertad de no tener que volver a una carrera electoral, lo que le permite tomar medidas poco populares. Le quedan cuatro años de mandato, luego se jubilará muy joven (nació en el 77) y con una gran pensión. Cabe esperar que, en el tiempo que le resta, aborde otros temas bloqueados. Espero que también ayude a configurar una Europa más fuerte, sobre todo en defensa. No deberíamos depender tanto de los EEUU en este punto.
El gráfico que reproduzco a continuación, tomado de The Economist, refleja la esperanza media de vida en años, posterior a la jubilación, de los trabajadores de varios países de la OCDE, con desglose por género. Resalta el gran cambio producido en el medio siglo comprendido entre 1970 y 2020.
España destaca en la clasificación, junto a Francia, aunque los franceses cuentan con la ventaja de retirarse antes, de no ser así sobresaldríamos aún más. Tenemos mucha suerte con la esperanza de vida de este lado de los Pirineos donde también el Gobierno ha reformado el sistema de pensiones para hacerlo más sostenible, dentro de un proceso en marcha de atrasar la edad de retiro a los 67 años. Estos días se ha sabido que el primer ministro inglés, Rishi Sunak, quiere proponer, antes de lo previsto (2044), un retiro a los 68, pero ha decidido posponer la medida hasta después de las elecciones del año próximo. Francia continuará retrasada, a pesar de la medida tomada por Macron.
Es una pena que la reforma que ha abordado aquí el ministro responsable, José Luis Escrivá, se centre en elevar los ingresos de la seguridad social, aumentando las cuotas a pagar por empresas y trabajadores, lo que presionará a la baja la oferta de puestos de trabajo. No ha tenido el valor del presidente francés, en parte porque se enfrentan a elecciones con frecuencia y el Gobierno se mueve en una coalición tensionada.
En algún momento tendremos que abordar problemas importantes como la pensión de viudedad, herencia de cuando las mujeres eran “señora de”. He hablado de ello en una entrada anterior (14/11/20) e insisto en que debería ser una pensión a suprimir de forma progresiva, sin afectar a las ya la perciben y tengan más de 50 años, por ejemplo. Conozco casos de personas, incluso nacidas fuera de España, que quedan viudas con poco más de 30 años y reciben una pensión de nivel alto, mientras construyen una nueva familia, también en algún caso con un extranjero, sin casarse y así poder vivir sin trabajar o haciéndolo de forma temporal, muchas en la economía informal. Supongo que están muy agradecidas al Gobierno español que les paga y acaba de aumentar esas retribuciones vitalicias en tramo bajos.
Y, una vez más, permítanme insistir en que, si se fueran suprimiendo los billetes, cosa que ya es posible, todos estos problemas conectados con el déficit público se verían de otra forma y se podrían bajar también impuestos a las clases medias. Lo que, como en mi ensayo se explica, ayudaría a que la democracia fuera más fuerte y menos dada a extremismos.
Soy consciente de que puedo estar haciendo «oposiciones» a ser considerado Pepito Grillo, pero ciertamente las entradas que aportas a este blog suelen «enganchar». Están bien construidas y aportan datos interesantes, aunque luego se pueda estar de acuerdo, o no, con algunas de las opiniones o conclusiones derivadas. Es por ello que, no siendo infrecuentes mis discrepancias, no puedo dejar de aportar, en esta ocasión concreta, mi conformidad y aplauso. Permíteme únicamente dos observaciones que no contradicen lo dicho:
– Parece, una vez más, que el Gobierno de Pedro Sánchez piensa
más en las próximas elecciones que en las próximas generaciones.
J. L. Escrivá sabe que es así. Anteriores posicionamientos al
respecto lo confirman, pero lamentablemente se plegó, siguiendo la
la estela de otros, no pocos, a la sinuosa estrategia sanchista. El
encabezamiento de la entrada quedó incompleto. Debería ser
«Macrón cumple con su deber. Pedro Sanchez no».
– Respecto a las pensiones de viudedad diría yo que, a la hora de
suprimirlas progresivamente, como propones, habría que dejar
abierta la posibilidad de mantenerlas, total o
parcialmente cuando, aún teniendo la viuda menos de 50 años, quede a su cargo familia numerosa o alguna otra servidumbre o limitación
que condicione gravemente sus posibilidades de autonomía.
Gracias por los elogios y tu activa participación. El que los políticos se preocupen por el corto plazo, más aún cuando hay elecciones, es una enfermedad extendida. En el libro propongo alguna medida para evitarlo. En cuanto a la pensión de viudedad, las ayudas a familias con limitaciones deben recibir otro nombre. Es un problema conectado a algunos casos de viudedad, pero ocurre también bajo otras formas.