El titular no debería ser noticia por la frecuencia que las desgracias se suceden en un país enorme, con la democracia más antigua. Trato el asunto en el libro como ejemplo de la vetocracia y la incapacidad para cambiar. Los intereses de fabricantes y distribuidores y el papel de la asociación que financian, la Asociación Nacional del Rifle, junto a las ideas radicales de la derecha parafascista hacen que los EEUU sufra más de 30.000 muertos al año por arma de fuego. Este año parece que batirán récords y llegarán a las 40.000, pues habían rebasado los 20.000 a mediados de junio. Las cifras incluyen todo tipo de muertes, muchas provocadas por policías de gatillo fácil, sobre todo si el sospechoso que tienen delante es un negro. Si tuvieran la tasa de muertos que registra el Estado que fue su potencia colonial y es un aliado fiel, el Reino Unido, morirían unas 25.000 personas menos al año en los EEUU. Deberían copiar su ordenación legal.

Los muertos por esta locura demandan una legislación estricta del derecho a tener y portar armas, que el conservador Tribunal Supremo considera un derecho constitucional, mientras echa para atrás la conquista de las mujeres de poder abortar en las primeras semanas del embarazo. La triste ironía es que dice que lo hace para proteger la vida, lo que no tiene en cuenta cuando tolera que cualquier desequilibrado se pasee por la calle con una ametralladora. Es lo que ha pasado anteayer. Un exmilitar, integrado aún en la reserva, la emprendió a tiros contra personas en una bolera y en un restaurante en Lewiston (Maine). Provocó 18 muertos y 13 heridos y, cuando escribo esto, todavía no ha sido localizado. Es completamente incomprensible que no le hubieran retirado ya todo su armamento, al comprobarse que sufría problemas mentales, que decía “oír voces”. Este verano había estado internado dos semanas en una institución psiquiátrica.

El autor de la matanza en Maine es un hombre blanco de pensamiento ultra, que apoya a Donald Trump. Ese tipo de votante fiel impulsó a Bolsonaro a intentar liberalizar la venta de armas en Brasil. Lo mismo que ha prometido Macri si gana la Presidencia de Argentina en la segunda vuelta de las elecciones, que se celebrará el día 19. Todo es muy masculino: descerebrados que aprietan el gatillo, dirigentes que facilitan que tengan armas o líderes religiosos que proclaman credos inmutables para los más conservadores. Hay pocas mujeres en este desvarío nacional populista. El mismo día que se produjo la matanza en Maine, también supimos que el voto femenino se está convirtiendo en un dique para parar a la ultra derecha, como pasó en Polonia el día 15 pasado. No es una garantía, pero necesitamos más mujeres al mando, morirán menos inocentes.

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