El Presidente del mayor país de Latinoamérica viajó hace unos días a Pekín, donde fue recibido a lo grande. Acompañado de una cohorte de políticos y empresarios firmó 15 acuerdos de cooperación. China es el primer socio comercial de Brasil y un gran inversor en su sector energético. Brasil le exporta sobre todo materias primas entre las que destaca el litio, abundante en el gigante sudamericano y muy demandado para fabricar baterías. Se trataba de aprovechar esa sintonía para crear oportunidades de crecimiento, de las que la economía brasileña está muy necesitada.

Quizá sea esa dependencia económica, unida a la tradicional oposición a lo que representan los EEUU en la izquierda de ese continente, al sur de Río Grande, lo que impidió que Lula transmitiera con claridad el otro mensaje de su visita: afirmarse como un actor internacional importante en una posición de neutralidad entre las grandes potencias. El problema para ejercer equidistancias en política global es que la guerra de Ucrania ha segmentado aún más las posiciones y las aportaciones brasileñas sobre ese asunto son alineamiento con la posición china: declararse neutral en la guerra del este de Europa y , para demostrarlo, echar parte de la culpa del conflicto a la propia Ucrania y a los intereses de los EEUU y Europa.

En esa línea, al poco de volver de China, Lula recibió con todos los honores a Serguéi Lavrov, el ministro de exteriores ruso. Con ocasión de la visita, el presidente brasileño insistió en la necesidad de abrir vías diplomáticas de negociación entre Ucrania y Rusia para terminar con una guerra cruel que además tensiona las relaciones internacionales. Lula ha pedido que se dejen de enviar armas a Ucrania, pero no se le ha oído decir que los rusos deberían retirarse a sus posiciones de partida. Lavrov debió quedar satisfecho con la posición del único gobierno democrático en su ruta por el continente, que continuó por Cuba, Venezuela y Nicaragua. Antes de ir a China, Lula visitó a Biden y, después de recibir al ministro ruso, ha visitado Europa. En Washington y aquí le habrán explicado que repartir culpas entre invasor e invadido y acusar a los países occidentales de fomentar la guerra, ni responden a una posición equidistante, ni es el camino para impulsar una paz duradera.

En el interior de su país, Lula defiende las normas democráticas que le han permitido volver a la Presidencia y doblegar el intento de su rival, Jair Bolsonaro, de resistirse el cambio recurriendo a las movilizaciones y bloqueos de sus seguidores. A este último lo apoyan los protestantes evangelistas, sectas que están ganando mucho peso en Brasil, y que, como veíamos en la entrada anterior, en los EEUU están a favor de Donald Trump y, en ambos países, militan contra el aborto y defienden que los ciudadanos puedan ir armados. Bolsonaro se apoya en el cristianismo más militante para subvertir el orden constitucional. A Lula le puede esa religión laica que, a pesar de representar un gigantesco fracaso histórico, aún contamina a la mayor parte de las posiciones más izquierdistas: el comunismo. Para ellas, Rusia representa a la URSS e, igual que China, a la resistencia contra el capitalismo liderado por los EEUU.

En un mundo crecientemente polarizado, sería muy necesaria una asociación de países, con tradición de respeto a las libertades, que sirvieran de referencia a los muchos que no se sienten adscritos a ninguna camarilla, pero consideran que es conveniente defender el derecho internacional, las organizaciones supranacionales y los derechos humanos. La India que, desde mediados de este mes, es el país más poblado del mundo y Brasil, el mayor Estado de América después de los EEUU, serían idóneos para liderar ese grupo e incorporarse al Consejo de Seguridad de la ONU, como pido en mi ensayo. Es lástima que los populares dirigentes de ambos países estén influidos por creencias que les impiden pensar con claridad.  

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1 comentario

  1. En entrada posterior a ésta se trata sobre una hipotética vuelta de Trump a la presidencia de EEUU. y sus impredicibles consecuencias.
    Lo de Lula no es una posibilidad. Es un hecho y tampoco por los antecedentes y tendencia las expectativas son muy tranquilizadoras.
    Las cosas en América, en general, no pintan bien…

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