A principios de noviembre algunos periódicos destacaban que Galicia era la comunidad autónoma con mejor nivel de inglés según el EF English Proficiency Índex, un estudio que cubre 110 países . Obtiene 584 puntos, la media española es de 545. Algo puede haber influido una larga historia de emigración que, hasta no hace mucho, tenía al Reino Unido como un destino importante. También que tenga un alto nivel de exportaciones en función del PIB. Pero esos motivos no son suficientes, hay CCAA que están llenas de turistas y residentes británicos y, a pesar de ello, se sitúan por detrás.

La razón principal radica en que se trata de una autonomía bilingüe. Por eso las dos que la siguen en el ranking son Cataluña (581 puntos) y País Vasco (577). Se sabe que hablar un segundo idioma, sea cual sea, implica una adaptación cerebral que, si se adquiere desde muy joven, facilita mucho el plurilingüismo. Se olvida con frecuencia esta realidad cuando se realizan planteamientos como que es mejor dedicar al inglés las horas que se emplean en aprender y practicar idiomas de uso limitado.

Los defensores de la uniformidad cultural se equivocan, el estudio de una segunda lengua desde la infancia permite aprender mejor la inglesa o cualquier otra. A ellos tenemos que agradecerles, los que hablamos gallego, catalán o euskera, que se empeñen en que conozcamos bien el castellano, porque es un idioma internacional muy relevante y, además, el bilingüismo obligatorio nos capacita para manejar mejor otras lenguas.

El problema adicional que tiene la parte monolingüe de España es que el español es un idioma poco complejo en el plano fonético, lo que no ayuda a adaptarse a otros. Eso explica que nos situemos entre los 10 países europeos con peor nivel de inglés, según el ranking citado antes. Y, lo que es peor, que estemos estancados y mejoremos poco. Resulta también interesante que Francia esté un puesto más abajo que nosotros, probablemente porque es aún más intolerante con la enseñanza de lenguas “regionales” que llevan siglos tratando de eliminar. Aquí hemos conseguido que eso no ocurra y el mejor rendimiento en inglés de las comunidades bilingües eleva lo suficiente la media de España para rebasar al vecino más uniformista del norte, aunque tenga un gasto en educación superior al nuestro.

Es una lástima que los delegados de la España más castellana con posiciones relevantes en la política gallega se muestren poco activos en promover el estudio del portugués desde el gallego. Son partes del mismo tronco lingüístico y los alumnos podrían adquirir con facilidad un buen nivel de manejo de la lengua de Camôes si se pusieran los pocos medios precisos para ello. Siguen considerando el portugués como lengua extranjera y dejando pasar la enorme oportunidad de que los estudiantes gallegos lleguen al mercado de trabajo con un buen conocimiento de tres importantes lenguas internacionales (español, portugués e inglés), oficiales en la Unión Europea. Es una enorme oportunidad de desarrollo y la más barata con que Galicia cuenta, pero tendría el “inconveniente” de que daría valor a un idioma que consideran secundario, propio del mundo rural y en camino de convertirse en marginal.

Hablaba en la entrada anterior de dos políticos de perfil fascista, Putin y Erdogán, dedicados a machacar a los ucranios y a los kurdos, pueblos con lengua propia. Los que predican la unificación cultural de las patrias, una idea de otros tiempos, tienden a ser autoritarios. La diversidad es siempre una ventaja. Ellos la desprecian, pero, en el fondo, la envidian y recurren a la violencia. Con demasiada frecuencia, los amantes de la uniformidad emplean a los uniformados, es lo natural.

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3 comentarios

  1. totalmente de acuerdo en tus reflexiones.
    Pero me sorprendió que Rajoy a pesar de ser Gallego no lo habla.

    1. Galicia no es como Cataluña, aquí el gallego lo habla habitualmente el medio rural y parte de los trabajadores y de la clase media culta. Hay mucho monolingüe en castellano, que además desprecia el gallego, incluidos muchos cargos de la Xunta actual. Es más frecuente en las ciudades, especialmente en los tiempos en que se educó Rajoy.

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