Hace unas semanas analizaba el espacio de las criptomonedas como un entorno favorable a las estafas piramidales porque ha creado condiciones para que surjan, aunque también aporte avances tecnológicos para mejorar los sistemas de pago. Donde se den circunstancias propicias habrá abusos, está en la esencia del comportamiento humano. La mejor forma de combatirlos es reducir el espacio donde florecen, controlar comportamientos de riesgo y perseguir a los que se saltan las reglas. Un tema muy distinto y menos novedoso que las cripto, los abusos de niños y niñas por parte de sacerdotes, comparte esa base de análisis.

La primera vez que tuve acceso a una valoración sobre desviaciones de comportamiento sexual por parte de ministros de la Iglesia fue al leer Las Corrupciones de Jesús Torbado en el primer semestre del 68, mientras los universitarios protestábamos contra la dictadura. El autor había sido seminarista y esa experiencia le permitía reflejar dificultades para canalizar impulsos adolescentes en un internado en que convivían chicos y profesores. Torbado no llegó a profesar como sacerdote, pero mantuvo contacto con antiguos compañeros y ofrece una valoración personal del cumplimiento del voto de castidad. Según su estimación, los religiosos se clasificarían en tres grupos de dimensiones parecidas: los que cumplen el celibato, los que, con o sin abusar, adoptan prácticas homosexuales y heterosexuales.

Dentro de los dos últimos grupos, los que abusan de menores son es un subapartado de especial gravedad, difícil de evitar totalmente en un contexto donde se promueve una fuerte represión sexual. En la práctica, casi todos los pecados relevantes se concentran en el sexto mandamiento (no cometerás actos impuros) y el noveno (antes era no desearás la mujer de tu prójimo, ahora parece que lo han cambiado a: no consentirás pensamientos ni deseos impuros). Cumplir con esas reglas morales exige un autocontrol sobre instintos básicos que no todos logran. El problema se agrava cuando los abusadores disponen de la autoridad sobre los menores que les da su calidad de enseñantes y, además, pertenecen a una organización con mucho poder, que piensa que sólo ella puede juzgar lo que hacen sus clérigos. Pero pocas veces lo hace cuando ocurren este tipo de prácticas. Opta más bien por esconder desviaciones graves de conducta, aunque sean aberrantes, por evitar un daño de imagen.

Ayer conocíamos el caso de Carlos Belo, ex obispo en Timor Leste y premio nobel de la paz en el 96 por su contribución a una vía pacífica para la salida del ejército indonesio que había invadido su país, acusado ahora por varios hombres de haber abusado de ellos cuando eran adolescentes. Una noticia que muchos medios españoles no recogieron. La problemática que generan estos casos está bien tratada en Spotlight (Oscar a la mejor película del 2015). El guion se desarrolla sobre un caso real de ocultación sistemática de abusos de menores por la jerarquía católica, investigado y denunciado por un periódico local, The Boston Glove. Durante los últimos meses, El País está realizando una investigación sobre diversos casos denunciados en España.

Cuando se da un contexto favorable, algunas personas corren riesgos excesivos o se saltan las normas para intentar hacerse ricas o para aprovecharse de los indefensos. La Iglesia adoctrina a sus fieles para que eviten las tentaciones, si ella quiere frenar comportamientos que la debilitan debería dejar de exigir el celibato a sus religiosos, fomentar la diversidad sexual en su estructura y castigar ejemplarmente a los que abusan de otros, sobre todo si son niños o niñas que les han sido confiados para su educación. Le cuesta mucho cambiar, seguirá facilitando tentaciones y produciendo noticias negativas, como también las criptomonedas. Unas nacen del exceso de poder sobre la palabra de que goza una organización milenaria. Las otras en el poder del dinero, situado en un entorno tecnológico nuevo sin un marco normativo y de control adecuado. Abusos de poder por sobre regulación, que favorece el ocultismo, y lo contrario, demasiada información sin suficiente regulación.

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