Yolanda Díaz ha demostrado que tiene más recorrido del que se le suponía hace un par de años. Ha dado fruto su iniciativa de agrupar movimientos nacionales y regionales a la izquierda del PSOE -ecologistas, asamblearios y restos del comunismo-  para una alternativa electoral conjunta. Sumar será una fuerza a tomar en cuenta en las próximas elecciones y puede permitir que continúe la actual coalición, con Sánchez en la Moncloa y apoyos parlamentarios de fuerzas nacionalistas. Una pesadilla para el PP que viene en ascenso y, presionado por Vox, ha endurecido mucho su discurso contra el sanchismo.  

La Ministra de Trabajo hace una gran labor de relaciones públicas, es buena comunicadora y trasmite modernidad y estilo a través de una imagen cuidada. Su proyecto está bien armado, detrás de ella deben trabajar los sindicatos mayoritarios y el comunismo marginal, que perdían protagonismo a marchas forzadas y ven en la abogada ferrolana una palanca para revertir la situación. La política laboral que ha impulsado desde su ministerio es intervencionista. Si les dejan, convertirían a todos los trabajadores en funcionarios inamovibles y tendríamos una economía con menos iniciativa y capacidad de adaptación a un mundo abierto y cambiante al que sacuden reiteradas crisis por epidemias, guerras y estallidos de burbujas especulativas. La última muestra es el acuerdo entre su ministerio y los sindicatos para modificar a toda prisa el estatuto del becario en prácticas, sin pactarlo con empresas y universidades. Ya estaban convocadas elecciones y había que dificultar que estudiantes en prácticas ocupen puestos de trabajo durante unos meses. Es posible que haya habido abusos con esta figura, pero los cambios deben negociarse con la enseñanza y el sector productivo. Si les da tiempo de implantarlo, este año tendremos menos jóvenes completando su formación mientras trabajan.

Mi antiguo interés por las raíces de las estrategias políticas, me hace recordar cómo los comunistas que participaban en las luchas de liberación nacional contra potencias coloniales promovían la agrupación de diversos movimientos sociales en torno a una “vanguardia revolucionaria”, que dirigía el proceso y que, por supuesto, eran siempre ellos. Sumar procede de una idea similar. Todavía hay un Partido Comunista de España, el primero en dar su respaldo a Sumar, y , quiera o no quiera, contará con apoyos de Rusia y China, cuyos servicios secretos están preparados para influir en elecciones democráticas, a través de las redes sociales, con objeto de dividirnos para debilitarnos.

Ante planteamientos habituales del fascismo de izquierda para controlar realidades dispersas, no es de extrañar que Podemos, organización asamblearia con peso político, se resistiera a ser condenada al papel de compañero de viaje de la sempiterna vanguardia revolucionaria. Estrategia que, durante la Transición, emplearon agrupamientos electorales que se han ido consolidando, mantienen influencia en algunas zonas y juegan un papel más moderado del que se les suponía en sus orígenes. Compartir poder favorece pactos con el bipartidismo tradicional, un camino que seguirá Sumar si tensiones internas no la debilitan y obligan a promover enfrentamientos para mantener la cohesión.

Puestos a viajar hacia atrás en el tiempo en busca de paralelismos con situaciones actuales, no resisto la tentación de señalar el papel de José Solís Ruiz durante la dictadura. Fue Delegado Nacional de Sindicatos, Ministro-secretario general del Movimiento y, por último, ocupó brevemente la cartera de Trabajo. Se le llamaba la “sonrisa del Régimen” por su aspecto jovial, su facilidad de palabra y su aparente ánimo negociador (le entregó el Sahara a Hasan II en su última misión importante).

Recuerdo que Solís, cordobés de cuna, en su deseo de proteger a los olivareros apoyó una fuerte protección arancelaria del aceite de oliva. El sector se acostumbró a vivir cómodamente de un mercado cerrado y, al llegar la apertura comercial de la mano de la UE, las empresas italianas, que dominaban el comercio exterior, se quedaron con las principales aceiteras españolas. Ejemplo de los problemas que crea el instinto protector de sonrientes ministros de trabajo.

Afortunadamente ahora estamos en democracia y los españoles pueden elegir a quien quieren que les gobierne y cambiar si no les gusta. Los aparatos con viejas raíces tratan de espabilar, tanto los herederos del PCE, como los de la Falange de Solís Ruiz, agrupados ahora en Vox, con mucha base en el centro sur, también entre los “andaluces de Jaén, aceituneros altivos”, que diría Miguel Hernández. La historia no se repite, pero ofrece interesantes pautas de análisis.

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1 comentario

  1. Pues a ver a donde nos llevan esas pautas de análisis. De momento estamos ante una nueva sopa de letras cuyo único objetivo es tratar de lograr la supervivencia o evitar la irrelevancia de varias de sus «confluencias» y, así, buscar la posibilidad extrema de sumar, más con P.S. que con el Psoe, el estratégico previo acuerdo que les permita la formación de un nuevo Frankestein, en el que la infuencia comunista y las exigencias independentistas condicionen definitivamente la acción de un posible nuevo gobierno predispuesto y obligado a someterse a las mismas.
    Mientras todo esto sucede, se denostan los acuerdos consumados o previsibles del PP con Vox, como si la legitimidad de los mismos fuese de inferior calidad a los ya protagonizados por el actuál Franquestein, que hemos visto y padecido y, lo que es mucho peor, a los que, en su improbable pero posible caso nos aguardarian.
    ¡ Libera nos Domine ! .

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