El 4 de enero de 1874 la República Federal, nacida el 11 de febrero del año anterior, dejó de ser federal a raíz del golpe del General Pavía. Lo de federal no llegó ni a un año. El régimen, devenido unitario, aunque aún republicano, pasó a ser intervenido por el ejército bajo la presidencia del General Serrano. Por poco tiempo, la restauración borbónica, tras el breve reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873) y la proclamación republicana, se consumó en la persona de Alfonso XII, tras un nuevo alzamiento, 29 de diciembre de 1874, en este caso del General Martínez Campos.

Eran tiempos convulsos, los gobiernos de la primera república se tuvieron que enfrentar a la inestabilidad de sus apoyos, a la tercera guerra carlista y a la de los 10 años en Cuba. Está en los libros de historia (*). Pero sigue presente la dificultad para caminar hacia una solución federal que normalice la diversidad cultural de España, que está detrás de la tensión política actual. La Constitución no la resolvió bien, al meter en el mismo saco el sistema provincial (modelo francés) y el autonómico (modelo alemán). Cara incongruencia institucional que se complicó después con el “café para todos” de los gobiernos de Adolfo Suárez y Felipe González, empujados por el deseo de diluir el protagonismo de las nacionalidades históricas. El mapa republicano de hace 150 años, que reproduzco al final, tiene una estructura más lógica, con 14 estados si tomamos Andalucía como uno sólo.

La tensión que provoca la diversidad de culturas sigue presionando a las instituciones menos representativas. Se le nota incómodo a Felipe VI, está más serio de lo habitual. Algunos radicales acosaron hace unas semanas la sede del PSOE en Ferraz, profiriendo todo tipo de insultos, cuando se conoció el pacto de Pedro Sánchez con Junts para amnistiar a los implicados en el procés. Llegaron incluso a atacar a la monarquía. Intentaban presionar al Rey para que intervenga en el enfrentamiento político e incluso ordene a los militares bloquear al nuevo Gobierno elegido con los votos de independentistas amnistiados, alegando inconstitucionalidad de la medida.

Parece que volvemos al siglo XIX, pero los tiempos han cambiado mucho y a mejor, y España es parte de una Unión Europea. El monarca es consciente de que cualquier actuación en la línea que le piden los ultras lo llevaría a perder definitivamente el trono, como le pasó a su tío Constantino de Grecia.  Se limita, en cuanto tiene ocasión, a enfatizar la necesidad de unidad, de defender la igualdad y el consenso constitucional del 78 al que debe el trono y la obligación de los Ejércitos de defender la Constitución, como acaba de repetir con motivo de la Pascua Militar. Hace lo que puede para inculcar la idea uniformista de España y que todo siga igual.

Ni los monarcas ni los jueces españoles (entrada del 11/12) son proclives a caminar hacia una España más federal, con soberanías compartidas. Por eso me permito recordar hoy aquel primer y breve intento, creo que nadie más lo hará. Como nuestra diversidad siempre aflora cuando hay democracia, seguiremos tensos.

(*)El cantonalismo fue otra fuente de tensión en aquella Primera República. Sirve a los conservadores para exagerar las tendencias federales, desacreditarlas y diluirlas. El “café para todos” que marcó el desarrollo autonómico tuvo algo de todo eso. La Comunidad de Madrid es el caso más claro, se estableció para disfrute exclusivo de una gran ciudad con intereses directos en la organización territorial. Su Presidenta autonómica es la única con ese cargo que se pasa el día dictaminando sobre política nacional. A nivel anecdótico, señalar que su partido eligió un curioso lema para presentar el balance del año el pasado día 29. Detrás de Feijoo, en grandes letras, aparecía la frase “UNA ESPAÑA SIN MUROS”, así, en mayúsculas. A pesar de estar rodeado de gallegos le colaron un gol, en Galicia empezó a plantearse si, a la vez que defendían la unidad, extendían el cantonalismo radical a la hermosa villa marinera de Muros en la punta norte de la ría de Muros-Noia, rodeada de mar, que tiene cierta cultura de ser muy autónoma. Los independentistas empezarán a gritar “¡Viva Muros!”, cuando otros manifiesten que les gusta la fruta.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *