El proceso de progresiva vuelta a la normalidad, tras el confinamiento para parar el avance del COVID-19, se ha planificado por provincias. Lo que ha generado críticas por ser un ámbito territorial inexistente en la sanidad española, basada en Comunidades Autónomas y áreas de salud. Algunas de estas últimas abarcan territorio de más de una provincia.

La visión de España como 50 provincias ha sido rescatada por un Gobierno que se ha mostrado muy centralista. A lo que no debe ser ajeno que los líderes de las dos formaciones que lo integran sean madrileños, educados en la cultura de la capital, que, a estos efectos, se caricaturiza en la costumbre de designar a los demás españoles como gente “de provincias”. Ha habido varias entradas en el blog sobre el tema, las más importantes para denunciar la incapacidad para aislar Madrid al principio de la epidemia, lo que hubiera ahorrado miles de muertos.

A efectos prácticos, la teórica desescalada por provincias no sirve para nada. Primero, se dieron cuenta de que las islas eran diferentes y merecían tratamientos específicos. Excluyeron a algunas de ellas del proceso general permitiéndoles saltarse la fase previa, lo que aún se queda muy corto para lo que podrían hacer. Después de las islas, se fijaron en los municipios y suprimieron las franjas horarias del movimiento de personas en los de menos de 5.000 habitantes. Lo cual aflora otros problemas imposibles de gestionar a nivel central: que si un núcleo está partido entre dos municipios de provincias diferentes, o aislado dentro de otra, que si tiene 5001 habitantes y ha de esperar a que se muera alguno para eliminar límites a la libertad de sus ciudadanos, que si está cerca de un área metropolitana y hay mucha segunda residencia…  

También están hablando de que Madrid y Cataluña quizá no estén en condiciones de abordar la fase de mayor libertad de movimientos que debería empezar el 11 de mayo. En Cataluña podrían utilizar las provincias para regular el proceso por territorios, pero les funciona el Madrid-Barça mental, que tiene prisionera la política española, y piensan que una desescalada por provincias podría beneficiar al equipo catalán. Si lo que usan son las islas, los municipios y las CCAA ¿Para qué quieren las provincias? ¿Por qué no se bajan de una vez de la burra? Creo que lo harán pronto y cederán la gestión a las CCAA que saben mejor lo que hay que hacer.    

Me gusta observar las corrientes subterráneas que afectan a la ineficiente organización de España, desde que eso se debatía para redactar la Constitución, y he sido analista de la forma de funcionar de los bancos, que tienen también bastante carga burocrática, y, en ese ámbito, he ejercido como factor de cambio. Puede ser divertido observar los líos en que tienden a meterse las burrocracias, sentadas en despachos y separadas de la realidad, siempre rica en complejidades que les estropean los planes. Pero, ahora, el centralismo provoca sufrimiento y pérdidas económicas, lo que me impide verlo con regocijo.

Sería muy importante aprovechar este resurgir de las provincias para que los españoles valoremos los costes y méritos de esta organización territorial, que conservamos de tiempos donde el mando único no se discutía y que genera tensiones y excesivo gasto en un Estado definido como autonómico e integrado en la Unión Europea. Hay que situar el provincialismo en el centro de un debate político serio. Los neo centralistas han cometido la imprudencia de poner el foco sobre el tema, cosa que no hubieran hecho los agentes más veteranos del Estado profundo. Los fantasmas del pasado están más a gusto en la oscuridad, no permitamos que apaguen la luz. Volveré sobre ello.

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