La fiesta nacional gira en torno a dos elementos muy presentes en nuestra historia, que cimentan una base cultural poco dada a tolerar la diversidad, a facilitar la flexibilidad que necesitamos para vivir en democracia, para adaptarnos a un mundo diverso e interconectado por el que navegamos subidos a Europa.

El desfile de Madrid es la gran ceremonia de la jornada, exhibición de tropas, aviones, tanques y banderas. Es seguido con entusiasmo por el público de una capital creada por Felipe II para ejercer el mando. Su mayoría conservadora abucheó, una vez más, a un presidente dado a concesiones a los “enemigos de España» (versión centro). El acto fue presidido por un monarca hereditario, de una dinastía que recuperó sus funciones dos veces en el último siglo y medio, gracias a dos generales: Serrano y Franco. Ningún otro país de nuestro continente ha reinstaurado con éxito la monarquía en ese período.

La presidencia real es obligada, nuestra Constitución (art. 62, f) establece que corresponde al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Garantiza que ese puesto no sea ocupado por alguien elegido, no vaya a ser que a la gente se le ocurran ideas peligrosas. Peculiaridades de una norma redactada bajo la presión de los sables y que llegó hasta donde pudo. Contiene cosas tan casposas como establecer (art.57, 1) la prelación masculina sobre la femenina en la sucesión al trono. Suerte tuvo Leonor de tener hermana, si ésta fuera un chico no estaría ahora haciendo méritos. Ni siquiera se cambió el uniforme para la recepción en Palacio, como sí hizo su padre. Allí estuvo vestida de cadete y portando su toisón de oro, la máxima condecoración de la monarquía, otorgada por su padre nada más sustituir al abuelo autoexiliado.  

El problema de todas estas herencias institucionales de raíz franquista es que, para modificarlas, la norma fundamental exige requisitos casi imposibles: mayoría de dos tercios en cada cámara, disolución de las Cortes, elecciones generales, ratificación por las nuevas cámaras con la misma mayoría y después por referendo popular. Lo blindaron bien, aunque dejaron dentro del blindaje alguna antigualla que les gustaría cambiar y no se atreven. En general, las monarquías son alérgicas a los referendos. Les dan miedo y más a la de aquí, que recuerda que fue el sistema por el que los griegos se libraron, en 1973, de su último rey, Constantino II, hermano de la emérita Sofía.  

La otra gran ceremonia del día 12 fue en la basílica de El Pilar en Zaragoza, dedicada a la patrona de España y con presencia de representantes de Hispanoamérica, no en vano les educamos en la fe católica. Una religión en decadencia a la que hace referencia una Constitución que también protege la libertad religiosa.

Ejército como instrumento y religión como excusa sirvieron para realizar la Reconquista, descubrir un continente para los europeos y forjar un gran imperio. Pero dejaron una herencia de rigidez. Nos gusta imponer y nos cuesta cambiar, más ahora en que los países son más proclives a la vuelta atrás como he analizado en mi ensayo y en anteriores entradas del blog. Los protestantes en general son más pragmáticos y tienen más tradición democrática. Al contrario que nosotros, el Reino Unido, tras la desaparición de su imperio, consiguió mantener una Commonwealth operativa que le da relevancia mundial y permitió a Escocia realizar un referendo sobre su independencia.

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5 comentarios

  1. No es que sea yo, o me sienta, ferviente carlista, pero como norma pretender hacer recaer la mayor parte de las desgracias que nos afectan en “Dios, Patria y Rey” y todo aquello que de un modo u otro modo les es afín, me parece una “teima“ legítima, si, pero difícilmente defendible más allá de una posible autocomplacencia o el irrefrenable deseo de trasladarla a determinados ambientes muy “progresistas”, pero que poco o nada aportan a lo que de común tiene España, que algo tendrá tras tan largo tiempo como Nación independiente, ni a los retos que el futuro parece plantear en el concierto internacional, que más bien semeja ir por otro camino.
    En otro orden de cosas son, al menos, muy cuestionables tanto la oportunidad como el éxito de los referendos autorizados en el Reino Unido (Brexit y Escocia) que, por cierto, lo fueron por un gobierno conservador, pero independientemente de ello y como sabes muy bien, aunque insistes recurrentemente en ello, ni la Constitución del Reino Unido es la de España ni, mucho menos, Cataluña es Escocia.

    1. La Constitución del Reino Unido es flexible, la van adaptando. La nuestra es muy rígida como en los ejemplos que pongo, porque fue «tolerada» por la visión centralista-dictatorial. Así nos va, sumando provincias y autonomías, con prelación masculina para el principal puesto del Estado (hereditario y al mando de los militares), hablando de igualdad mientras hay sistemas fiscales diferentes…
      Mezclar ejército y religión como fundamentos de la patria siempre es peligroso, que se lo digan a palestinos y judíos, un caso extremo.

  2. La Constitución española es susceptible de cambios, claro que si, y alguno o algunos de ellos bien podrian contemplar ejemplos que citas. Y no precisamente por un pecado original (para vigilancia la que independentistas, golpistas y malversadores condenados por T.S., o pendientes aún de juicio, imponen al actuál gobierno), pero no para adaptarla a la conveniencia y exigencias de minorias minoritarias que pretenden ser determinantes en el devenir de la Nación – Estado. En cualquier caso, no puede ser tan «mala» la del 78 cuando cuenta ya con 45 años de vigencia, que coincide con los de mayor modernización y progreso, en todos los órdenes, que el país recuerda.
    Lo que si no es de recibo es la nada subliminal comparación que haces para finalizar tu último comentario, por más que quieras arreglar el exceso con la coletilla de «un caso extremo». Extremos en los que, en mi opinión, te mueves en demasía.

    1. Tenemos nacionalidades, distintas de las regiones, mal que pese a muchos, y eso en democracia pide condiciones diferentes. Meter eso en la Constitución, fue una «concesión» que se tiende a olvidar y que pronto fue ahogado con el «café para todos», pero ahí sigue y en democracia exige soluciones. En cuanto a flexibilidad, la del Reino Unido gana por goleada, ni siquiera es un texto escrito, no hay más que ver lo que habría que hacer para cambiar la prelación masculina, incluidas elecciones. Va a seguir ahí mucho tiempo, el que dure la monarquía que igual no es mucho. Si es una exageración la comparación que hice con lo que pasa en oriente medio, pero la combinación de ejército y religión en la fiesta nacional no me gusta, está muy en alza en muchos sitios. Aquí, sobre todo, entre los que añoran a Chapote porque les permitía discursos simples.

  3. Desde tiempos inmemoriables numerosos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado llevan con orgullo el patronazgo de Cristo, la Virgen, bajo diversas advocaciones, o a distintos Santos, sobre lo cual, por notorio, no hace falta entrar en detalles. Similares patronazgos recaen sobre no pocos territorios de nuestra Nación, entre muchas otras.
    Mantener dicha tradición, independientemente de la devoción, o no, de cada quien (eso también entra entre la libertad en que tanto dices inspirarte) nada tiene que ver con las «maldades» que atribuyes a una supuesta «combinación» política/ejercito/religión.
    Claro que, respondiendo a lo que indicas en tu último párrafo, lo que propongas sea entonar vivas a Chapote, al mismo tiempo que se canta, practica y lleva hasta sus últimas consecuencias la letra del himno de Riego.
    Así pronto se evitaría la «combinación» a que te refieres, por falta de personal…

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