Sonríe, actúa de acuerdo con el protocolo, se sabe la lección que ha repetido hasta la saciedad, le ovacionan, le rinden pleitesía, pero se notaba algo tensa. Tendía a hablar deprisa, como si deseara terminar pronto. Es normal, Leonor es muy joven y trata de estar a la altura de lo que se espera para un trabajo vitalicio de mucha responsabilidad, que se transmite de forma hereditaria e incluye prebendas para el grupo familiar, no sólo un buen sueldo. Heredar cargos no es normal hoy, somos el único país europeo que, en el último siglo y medio y  gracias a la intervención militar (generales Martínez Campos en 1874 y Franco en 1936),  ha recuperado la monarquía tras haberla suprimido.

El acto de jura de la Constitución por parte de la Princesa de Asturias estuvo algo deslucido de asistencia. Enviaron una legación mínima los grupos que acompañan al PSOE en el Gobierno provisional, Sumar y Podemos, y no acudieron la mitad de los partidos con representación parlamentaria, que gobiernan las dos CCAA mejor comunicadas con Europa y de mayor base industrial, Euskadi y Cataluña, y tienen un peso creciente en otras dos: Galicia y Navarra. Entre todos, sumaron un 20% de los votos en las elecciones de julio. Tampoco estuvieron los abuelos de la joven princesa, algo escondidos por los desvaríos del anterior monarca. No ayudan a la imagen de la institución los líos en que anduvo metido Juan Carlos I, quien, en 1969, recibió del último dictador el encargo de ocupar la Jefatura del Estado, tras saltarse la línea sucesoria – el heredero del tono era su padre, Don Juan, menos fácil de manipular- y jurar lealtad a los Principios Generales del Movimiento. Lo hizo en el mismo lugar en que su nieta ha jurado lealtad a la Constitución.

El papel del abuelo facilitó una transición democrática sin grandes tensiones. Pero, para muchos, ya se les ha retribuido bien por ese trabajo, no es como para darles una renta eterna. Comprendo que intenten reforzar su imagen pública aprovechando la entrada en escena de una persona joven, mujer, bien formada para el puesto. Incluida la instrucción militar, que es importante pues nuestra Constitución otorga al Jefe del Estado el mando supremo de las fuerzas armadas, que incluyen, por si acaso, un cuerpo policial. Otra peculiaridad de este país.

La familia cuenta con un fuerte blindaje constitucional, quizá por eso Felipe VI habla, siempre que puede, de lo buena que es nuestra norma básica. Les recuerdo el proceso para modificar cualquier cosa del título II, el dedicado a la Jefatura de Estado. Está en su art. 168: (1) Aprobación del cambio por dos tercios de los votos en cada una de las dos cámaras legislativas. (2) Disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones generales. (3) Nueva revisión del acuerdo anterior por las nuevas cámaras, que deberán aprobarlo por la misma mayoría cualificada. (4) Referendo de ratificación. Atado y bien atado. No es fácil cambiar siquiera la prevalencia masculina en la sucesión, aunque creo que les gustaría hacerlo. Es normal que tengan alergia a que se toque lo que les afecta. Saben que los referendos los carga el diablo y si pierden el apoyo popular tendrían que irse. En la Europa de hoy, no llega con lo que piensen mayoritariamente los generales.

El rey habla mucho de unidad e igualdad, conceptos que se interpretan con frecuencia en el sentido de uniformidad, tan afín a ese ámbito militar al que se agarran instintivamente y al que invitan a desfilar en todas las ceremonias relevantes, como la de ayer. En democracia, España tiene una cierta tendencia a disgregarse, somos diversos y la unidad hay que manejarla con flexibilidad, algo que, entre los grandes partidos estatales, sólo intenta en serio el más antiguo. El discurso de la Presidenta del Congreso ante la heredera del trono fue muestra de ello.

Para apelar a la versión unitaria simple la monarquía sabe que cuenta con el apoyo incondicional de la derecha y con la mayoría de los habitantes del centro sur y del Principado. La Villa y Corte, además de volcarse con el acto de la jura, concedió su Medalla de Oro (1) a la a la Princesa de Asturias, para que la lleve junto al Toisón de Oro y el Collar de la Orden de Carlos III que le ha entregado el Gobierno y le ha colocado su padre. La condecoran al máximo nivel antes de hacer su trabajo, privilegios del cargo. La realidad es que el papel de la monarquía ha entrado en el juego partidario, presión adicional sobre la joven Leonor.

 (1) Unos días después, Madrid otorgó la misma distinción a Israel, a propuesta de Vox. Son las formas de hacer política nacional e internacional de una comunidad cada vez más obsesionada por la unidad-uniformidad, de la que es gran beneficiaria. Aunque haya que usar las armas para defender y ocupar territorio, como hace Israel. No me imagino a otras CCAA tomando ese tipo de medidas, quizá porque no consideran que España sea su finca. 

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