El presidente de Turquía es de interés permanente de este blog, como su amigo y vecino de Moscú por las razones que analizaba en la entrada anterior. Ahora se trata de reflejar el pragmatismo de Erdogán, a pesar de su populismo nacional-islamista, para poder vivir tranquilo los cinco años de mandato que tiene por delante. Para ello ha tenido que renunciar a ideas sostenidas ante sus fieles y poco cultos votantes.

Se ha pasado años jugando a la ruleta rusa con la política monetaria, cambiando al gobernador del banco central cada poco para echarle la culpa de la inflación que sufre el país, cuya causa principal es su teoría de que subir los intereses va contra las enseñanzas del islam. En realidad le daba miedo frenar la economía y predisponer a los votantes contra él. Esa política está pasando una dura factura a Turquía, que tiene ahora una inflación anual del 40%. El banco central se ha gastado sus reservas en mantener el valor de la lira, que se ha depreciado más de un 30% respecto al euro en lo que va de año, lo que, a su vez, realimenta la inflación. Y menos mal que Rusia y China, líderes del espacio autocrático mundial, le echan una mano.

Como consecuencia, parece que su nuevo ministro de finanzas y tesoro, Mehmet Simsek, tiene luz verde para una política monetaria acorde con la situación. A la fuerza ahorcan. Esa tarea fundamental caerá bajo la responsabilidad de la primera mujer que ocupa el puesto de gobernadora del banco central turco. Es fantástico que un presidente que promueve el uso del velo islámico y recorta derechos de las mujeres se vea obligado a recurrir a una de ellas para arreglar su peor problema económico. Los ajustados resultados de las elecciones presidenciales de mayo le han debido recordar al gran macho alfa  que tiene que adaptarse aunque le repela.

Hafize Gaye Erkan (Estambul 1979), la nueva gobernadora, obtuvo un grado en ingeniería industrial, como primera de su promoción, en la universidad Bogazici de su ciudad natal. Después realizó un doctorado en operaciones e ingeniería financiera en Princeton y trabajó casi veinte años en el sector bancario de los EEUU, nueve de ellos en Goldman Sachs. Ahora  deberá aplicar medicina dura a una situación insostenible. Un periódico satírico turco (Zaytung) cuando informaba de su nombramiento ironizaba con que es la primera vez que el gobernador del banco central tiene más patrimonio que el propio banco, exhausto tras la imposible pelea de defender su moneda sin subir tipos.

Le deseo suerte, la va a necesitar. Erdogán dispara sin contemplaciones contra el gobernador de turno cada vez que piensa que sus decisiones perjudicarán los resultados electorales de su partido y tiene municipales el próximo mes de marzo. Si Hafiye tiene éxito, pondrá en valor, además de la economía turca, la importancia y la necesidad que toda sociedad tiene de contar con las capacidades de sus mujeres. La libertad e igualdad de oportunidades con que ellas cuentan reflejan, mejor que ningún otro índice, la calidad de la cultura democrática, de la que Turquía, un país aún muy machista en manos de un dirigente con vocación de sultán, anda escasa últimamente.    

En la primera reunión del comité de política monetaria del banco central después de su nombramiento, celebrada el 21/6, el tipo de interés básico se elevó 6,5 puntos, hasta el 15%. Parece mucho, pero es menos de lo que esperaban los mercados dada la elevada inflación. Como consecuencia, la lira volvió a depreciarse. La nueva gobernadora empieza con cuidado de no enfadar mucho al jefe, lo que puede poner en peligro el combate contra las subidas de precios que ahogan al país. Es lista, quizá piense que es más prudente ganar confianza poco a poco e ir haciéndose imprescindible.

A finales de diciembre del 2004, estuve unos días en Estambul y tuve el raro privilegio de ser de los últimos turistas en vivir una situación que reflejaba perfectamente la larga tradición inflacionista de aquel país, parecida a la de Argentina. El 1 de enero del 2005 se cambiaba la moneda por el simple procedimiento de suprimirle seis ceros. Ese billete de 20 millones de liras costaba algo menos de 10 euros.

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