Afortunadamente aún se celebran elecciones libres en Turquía, donde el Presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha hecho toda clase de maniobras para tener un poder absoluto. Como su colega Putin, primero fue primer ministro (11 años) y, después, Presidente, un cargo al que dotó de todas las competencias ejecutivas mediante una reforma constitucional a su medida y en el que está empezando su segundo mandato de 5 años, el máximo posible en Turquía. El domingo 31 de marzo se celebraron allí elecciones municipales y su partido, Justicia y Desarrollo (AKP), fue el gran derrotado. Su principal rival, el Partido Republicano del Pueblo de tendencia socialdemócrata, consiguió mantener las dos alcaldías más importantes, Estambul y Ankara, y añadió las de otras cuatro ciudades de las diez más importantes, antes feudos conservadores. El AKP sólo mantuvo tres de ellas y la otra fue a manos del partido islamista YRP.

El pueblo turco tiene ya experiencia democrática y se ha cansado de la gestión económica del equipo de gobierno. Especialmente porque la inflación sigue descontrolada, ahora está en el 67 % anual. Allí es un problema tan viejo como en la Argentina, por eso ilustro el final de la entrada con un símbolo histórico de ese problema, un billete de 20 millones de liras, una reliquia que me traje de Estambul en diciembre del 2004. Entonces un euro valía diez millones de liras. Pocos días después, el 1 de enero, cambiaron la moneda por el procedimiento de suprimirle seis ceros.

Ante un gravísimo desajuste muy arraigado, los argentinos han reaccionado eligiendo a un presidente, Javier Milei, que defiende valores ultras, algunos de base religiosa como prohibir el aborto, y combate la inflación con medidas draconianas, aunque, por ahora, lo único que ha conseguido es dispararla al 280% . Erdogan, que ya era el jefe de gobierno en 2004, es un islamista radical que piensa que va contra las enseñanzas de Mahoma una fuerte subida de los intereses, por lo que no es capaz de emplear de forma eficaz el instrumento más común para combatir la inflación, a pesar de que el año pasado abrió un poco la mano en ese campo, pero no lo suficiente. El desgaste que el aumento continuo de precios supone para el consumo y el ahorro de los ciudadanos han llevado a estos a empezar a dar la espalda al líder que les dirige desde hace más de 20 años.

Erdogán afirmó hace unos días que no se volverá a presentar a las presidenciales, que tendrán lugar en el 2028 si no las convoca antes, y que respetará la norma que prohibe un tercer mandato. No se siente tan seguro como Putin, su país no es tan expansionista, y probablemente piensa que no logrará que los turcos aprueben un nuevo cambio constitucional para intentar seguir. Pero su cabeza no deja de dar vueltas y es un adicto al poder. Desde la Presidencia podría intentar forzar que las cosas cambien. Eso le volvería muy peligroso, lo más probable es que busque insuflar nacionalismo en el alma de los turcos, como su amigo de Moscú en la de los rusos al invadir Ucrania. Su agresividad se dirigirá preferentemente contra la minoría kurda, víctima habitual de sus excesos (entrada del 27/11/22), que habita la zona sureste del país y regiones próximas de Irán Irak y Siria.

Su alter ego en Buenos Aires, Milei, se apunta con fervor al exitoso Club Nacional Populista y acaba de volver a reivindicar la soberanía sobre las Islas Malvinas. El panorama del mundo en que entramos se volverá muy tóxico si Trump accede en enero a la presidencia del país más poderoso. Aunque no soy nada partidario de la expansión de las medidas militares, me alegro de que Europa, por fin, empiece a tomarse en serio su defensa, al margen de la OTAN, como llevo pidiendo aquí desde que se produjo la invasión de Ucrania.

  
      

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *