Ocurrirá a mediados de abril según cálculos de la ONU. Salvo imprevisibles desastres o modificaciones profundas en la forma en que nos agrupamos, India seguirá siendo el Estado con más ciudadanos del planeta cuando mueran los que nacen hoy, aunque vivan 130 años. Mientras el número de chinos declina, el de indios seguirá aumentando varias décadas.

En el plano geopolítico poco va a cambiar, China continuará luchando con los EEUU por ser primera potencia. India, que ya cuenta con un poderoso sector en tecnologías de información, podría competir mejor en esa liga si reduce algunos problemas estructurales y aumenta la productividad de su mano de obra. Tiene una población mucho menos envejecida, un punto a favor, pero sólo el 50% de los adultos indios está incorporado al mercado de trabajo contra dos tercios de los chinos y los jóvenes del sur del Himalaya reciben de media un año y medio menos de educación que los del norte. Si desgasta esas limitaciones, se endurecerá la competencia entre ambos para ser la primera economía, pero les llevará mucho tiempo, ahora la china es seis veces más grande que la india.

El último capítulo de mi ensayo (Más allá del estado nación) dedica bastante espacio a analizar los estados muy grandes, los que tienen vocación de expansión y liderazgo, porque piensan que su dimensión les permite valerse de sí mismos sin ayuda externa pase lo que pase. Son el mayor riesgo para la convivencia humana, la razón que me lleva a observar los equilibrios entre ellos, su evolución económica, la forma en que se organizan y la influencia de las bases culturales de cada uno, con variantes ideológicas que consideran parte de su identidad.

Para China, tan competitiva y necesitada de autoafirmarse, el sorpasso de la India en número de ciudadanos, que la relega a un segundo puesto permanente en ese ámbito, no es agradable e intentará ocultarlo. Especialmente en un año que inaugura el reinado perpetuo del gran dictador, Xi Jinping,. Empieza a parecerse al personaje de Charlot, se enfrenta a una epidemia de covid desatada por su mala prevención y la incapacidad del sistema sanitario, mientras su economía se resiente de los confinamientos, la contracción del comercio internacional, la compleja digestión de una gran burbuja inmobiliaria, el excesivo intervencionismo de las autoridades y las sanciones de los EEUU para restringir el acceso de sus grandes tecnológicas a los últimos avances. Todos estos problemas pueden abrir un camino a que China vuelva a una senda de más respeto a los derechos humanos como deseaba para Alemania el gran Charles Chaplin y, junto al declive demográfico, alejan, quizá definitivamente, la posibilidad de que el gigante asiático supere algún día la capacidad económica de los EEUU  

No se debe bromear con esos temas, ya vemos de lo que es capaz Putin cuando quiere reafirmarse y China tiene a tiro Taiwán si se ve obligada a inyectar logros patrióticos para calmar escozores populares. En ambos casos, el comunismo sigue cementando su organización colectiva, con añadidos de cristianismo nacional en Rusia y de sometimiento a la jerarquía heredado del confucionismo en China. La base territorial de la India, el nuevo país más poblado de la tierra, está ligada a la religión, que marcó la separación de Paquistán y Bangla Desh cuando los ingleses trazaron sus fronteras. Sigue habiendo problemas de límites, especialmente con Paquistán en Cachemira y con China en el Tibet, pero no parecen que puedan llevar a conflictos graves a corto plazo, al menos mientras China no sienta que la India se le aproxima.

El actual líder indio practica un nacionalismo de base hinduista, discriminador y perseguidor de musulmanes, que son el 15% de la población, muy concentrado en determinadas regiones. Afortunadamente el país más poblado de la tierra es aún democrático y federal, condiciones organizativas que pueden proteger contra excesos populistas de Narendra Modi, pero que no han podido evitar que se haya aliado a Xi para suavizar sanciones internacionales a Rusia por invadir Ucrania.

Casi siempre, la gente resulta menos proclive a dramatizar enfrentamientos que los dirigentes políticos. Reproduzco lo que escribí de una experiencia muy interesante que presencié con mi familia en el noroeste de la India:

«Hay un punto fronterizo entre India y Pakistán a unos 30 km de la preciosa ciudad santa de los sijs, Amritsar capital del Punjab, y a 25 de Lahore, la antigua capital de ese Estado y del propio Pakistán en una primera etapa. El acto solemne de arriar las banderas de ambos países, que se celebra allí al atardecer, se ha convertido en espectáculo. Era domingo y una multitud se apiñaba en gradas construidas a los dos lados de la frontera, situada entre campos llanos, lo que da idea de lo artificial que es la división. La ceremonia es conducida de forma sincronizada, las banderas se arrían al mismo tiempo sobre guías diagonales y se cruzan al descender. Los uniformes de los soldados de los dos ejércitos que las saludan y custodian son muy exóticos, sobre todo los tocados de cabeza a modo de desafiantes crestas de colorines en los indios y negras en los pakistaníes.

Las multitudes siguen atentas el breve ritual de arriar bandera, en la parte pakistaní hay menos colorido, mujeres más cubiertas. Gritan de un lado “larga vida a Pakistan” y contestan del otro “larga vida a Hindustán”, pero no hay tensión, la gente se saluda porque la locura de la división del Punjab, a consecuencia de crear un Estado artificial específico para los musulmanes, separó a familias enteras en aquella región. No hace muchos años que está permitido cruzar esa frontera y, en el 2007, aún había un único servicio diario de autobuses para cubrir los cincuenta y tantos kilómetros llanos que hay entre Lahore, la capital del viejo Punjab colonial, que tiene más de 7 millones de habitantes, y Amritsar, su ciudad santa. Estas cosas sólo tienen sentido en la óptica de inflexibles estados-nación.»

Seguiré hablando de fronteras, líneas donde tienden a brotar los problemas que causa la forma en que están agrupadas las tribus humanas. Esta foto la tomé aquel día, hace 15 años y medio, cuando se ponía el sol y estaban a punto de cruzarse las banderas mientras descendían.

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