La semana pasada se celebró en Belfast la conmemoración del Tratado de Viernes Santo que trajo la paz a Irlanda del Norte, tras tres décadas de violencia que causaron 3.500 muertos. El presidente Biden, de ascendencia irlandesa, acudió a la capital del Ulster, ya que el papel de los EEUU fue muy importante para lograr aquel acuerdo. Biden se acercó después a Dublín y visitó lugares conectados a sus ascendientes.

La Unión Europea es el marco institucional que facilitó la paz en Irlanda y el compromiso de compartir el gobierno de Stormont entre representantes de partidos de orientación católica y protestante. Fue el escocés Adam Smith el que hace dos siglos y medio nos explicó la capacidad del comercio para relacionar personas y pueblos. La desaparición de las aduanas interiores debilitó la artificial la frontera terrestre de la isla y propició que el Tratado de Viernes Santo terminara por eliminarla. Ahora los irlandeses de los dos lados la cruzan para tomarse unas Guinness juntos apoyados en la barra de un pub.

El gobierno compartido entre unionistas y nacionalistas, establecido a raíz del Tratado, ha sufrido tensiones y estuvo inoperativo un 37% del tiempo entre 1999 y 2022, y se ha roto a causa del Brexit. Los primeros no admiten trabas al comercio con Gran Bretaña y se oponen al reciente acuerdo de Londres con Bruselas para permitir que no resurja la vieja frontera y el Ulster siga en el mercado único.

El problema irlandés me interesa porque se encuadra en el marco de los frecuentes análisis que hago sobre la tendencia a basar la identidad nacional en creencias religiosas, la entrada anterior comentaba al caso español. Esa vuelta atrás se está generalizando en el planeta y es muy preocupante. Llevará a una caída de  intercambios comerciales y a más tensiones militares.

El Ulster es una creación artificial de los británicos para agrupar a la mayoría de los protestantes de Irlanda. Esa minoría, situada en una zona de la isla próxima a la “madre patria”, fue incrementada deliberadamente en siglos anteriores con luteranos venidos del otro lado del Mar de Irlanda. La situación permitió justificar una independencia limitada al Eire, la zona más amplia y católica. Dividir países en base a creencias religiosas es una especialidad del Reino Unido para mantener influencia en zonas que debía descolonizar y abandonar.

La República de Irlanda está en la UE, lo que le ha ayudado a crecer mucho en estos últimos 50 años. Ha pasado de ser la zona más pobre de las Islas Británicas, cuando era una colonia inglesa, a ser la más rica, superando en nivel de vida al Ulster e incluso a la Gran Bretaña, y ha eliminado de su constitución cualquier referencia religiosa. Está preparada para convertirse en lo que siempre debió ser: la patria común de los irlandeses. De ocurrir eso, contaría con mucho apoyo de Europa y los EEUU. Pero siguen teniendo demasiado peso los protestantes pro británicos, conectados a un nacionalismo inglés aún pujante a pesar de los problemas que les creó la salida de la UE. Es probable que el Ulster vuelva a sufrir la violencia política. Ojalá me equivoque.

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