Euros digitales son los que llevamos con nosotros en móviles y tarjetas, los que se mueven por las redes. Tengo la sensación de que el proyecto del BCE de emitir un tipo de activo digital, apoyado en tecnología blockchain, responde, más que a una necesidad del mercado, a una cierta angustia de los banqueros centrales ante la posible desaparición de su función inicial: emitir monedas y billetes.

La misión del BCE es regular el dinero que circula en la economía europea. Un futuro sin efectivo no afecta a esta gran responsabilidad porque el papel moneda es sólo una pequeña parte de la base monetaria. Es más, en una economía sin efectivo se podría aplicar una política de tipos negativos de forma generalizada, al desaparecer el riesgo de que los ahorradores transformen sus depósitos en billetes grandes. Es un escenario que refuerza la capacidad de la política monetaria y ayudaría a salir de depresiones importantes sin recurrir tanto al gasto público, tema que explica bien Kenneth Rogoff en The Curse of Cash (La Maldición del Efectivo, 2016).

Su otro gran objetivo es controlar la salud del sistema financiero, gestor del dinero digital que utilizamos continuamente y evitar sustos graves en caso de crisis. Si cae en la tentación de emitir activos con garantía pública que podrían estar depositados en el propio banco central, el BCE debe considerar que corre el riesgo de reducir la base de depósitos de los bancos comerciales, complicar su solvencia y dificultar su papel de intermediarios entre ahorro y crédito.

Nuestro banco central de Frankfurt sigue, al parecer, defendiendo el papel moneda. Lo hizo, hace un año, cuando el Parlamento español intentó debatir sobre su supresión. Nos recordaron entonces, entre otros temas, que los billetes ayudaban a los más desfavorecidos. Debe ser por ellos que el valor medio de los que emiten no haya parado de subir, incluso después de suprimir el de 500 euros. A finales del 2020 se situaba en 54,19 euros por unidad, frente a los 53,73 del 2019.

No le den muchas vueltas, llega el momento de pensar en suprimir los billetes, aunque  el valor total de los emitidos por nuestro banco central no pare de crecer, a 31 de diciembre pasado era superior en un 11% al del año anterior. Su expansión viene exclusivamente de la mano de la economía ilícita, por, entre otras causas, evasión fiscal, corrupción, consumo de drogas y tráfico ilegal de personas, algunas de estas actividades aumentaron mucho a partir del verano del 2020. En la economía legal su uso había colapsado por miedo al contagio y por cambio de hábitos, como se puede comprobar en las estadísticas de retiradas de efectivo en cajeros (-31,25 % el año pasado en España).

No hace falta ninguna variante de oro digital para sostener el universo de los sistemas de pago o la política monetaria. Es más, podría crear confusión entre euros “auténticos” y  “dudosos”. En cualquier caso, es de desear que ese nuevo “euro digital” en estudio no llegue permitir una vida fácil  a los grandes y fieles clientes que el BCE posee en el mundo oscuro de la economía informal y delictiva. Porque sus habitantes tendrán muchos problemas cuando deje de facilitarles el papel moneda que necesitan como el oxígeno que respiran.

Mañana presento mi nuevo libro en San Sebastián y pasado en Bilbao

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *