El espíritu del principal partido de oposición es la mezcla de muchas influencias, como es normal en grupos políticos de amplia base. Últimamente parece que domina la línea Aznar, muy desconfiada ante posibles pérdidas de poder central, por la mayor federalización del país o por la tendencia a profundizar la integración europea. En alguna ocasión, les he llamado partido nacionalista madrileño. Quizá por ello, esa postura, muy a la derecha, está más arraigada entre los dirigentes de la capital que entre los de la periferia.

Esa forma de ver la realidad política nos trajo problemas importantes en el pasado. Como meternos en la guerra de Irak, en base a informaciones manipuladas y en contra de nuestra tradición de neutralidad y de la propia política de la UE. A Don José María le gustaba salir en la foto junto a Bush, un logro que se pagó en muertos, derroche de dinero y un lío que aún sigue. Dentro de dos semanas, 17 años después, enviaremos a Irak un grupo de helicópteros del ejército español.

Herencias de una línea política, que se suele describir como neoliberal, que gusta a la actual presidenta de Madrid, atacando la pandemia de coronavirus a pequeños sorbos, como Trump o Bolsonaro.

Creo que sería mejor para todos si en vez de mirar a sitios lejanos se centraran en Europa. Tienen el ejemplo de Ángela Merkel, una política conservadora, capaz de aprovechar la diversidad de un país federal con una visión que supera enfrentamientos, la misma que usa en la UE para ayudar a construir una casa común con todo el peso de Alemania, a la que ha convertido en el soporte del edificio.

A pesar de que sus impulsos básicos le hagan sentirse más cómodo en la tradicional línea aznarista del PP madrileño, Pablo Casado debería dirigir más su atención a lo que pasa en Galicia, una comunidad histórica donde su partido tiene mayor implantación que en la capital. Especialmente ahora que quiere acercarse a posturas centristas, que en España son poco compatibles con excesos de centralización, porque exigen capacidad para hablar con todos.

Alberto Núñez Feijoo llegó a cosechar un elogio de Arrimadas que le acusó de “nacionalista”. Ciudadanos y la ultraderecha deben estar preocupados. Aquí no se comen una rosca porque en esta lluviosa esquina de luz atlántica es más fácil valorar los inevitables tonos de gris que hay que manejar para liderar sociedades complejas. Si el PP se cree lo de buscar el centro, debería mirarse menos el ombligo y dirigir la vista al norte.

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