Abundan conservadores que defienden bajadas de impuestos a los que más tienen. Esa política trae graves consecuencias, como he recordado varias veces en el blog. Son prácticas que tienden a debilitar a las clases medias, porque, en tiempos de crisis, les obligan a soportar una enorme carga fiscal, que las debilita a ellas y a la democracia. Pero la realidad es terca y, a veces, les obliga a tragarse sus ideas. Como en los dos casos siguientes.

Liz Truss

La nueva primera ministra británica ha empezado con mal pie. Nada más llegar, su ministro de finanzas intentó rebajar impuestos a los más ricos, lo que provocó el inmediato desplome de la libra y una fuerte subida de los intereses que los mercados exigen a la deuda inglesa. No le quedó más remedio que desdecirse inmediatamente.

Truss es una típica representante de la elite conservadora británica. Mucho menos folklórica que Boris Johnson, eso es fácil, pero del mismo pelaje: clasistas con toque cultural importante (ambos se formaron en Oxford) y aficionados al boato y las ceremonias, como acabamos de ver en la despedida de Isabel II. Piensan que son los que más saben y que el Reino Unido mejorará siempre con cualquier ocurrencia que se les pase por la cabeza.

El gélido baño de realidad la obliga a retrasar políticas poco adecuadas, con la esperanza de que lleguen momentos mejores. Se enfrenta a un grave déficit fiscal, inflación en alza y aumento de la demanda de servicios básicos, y siguen ahí los problemas territoriales de Escocia e Irlanda del Norte. Parece que ha entendido que por la senda iniciada tendrían una rebelión interna y las elecciones se adelantarían (aún faltan dos años para las generales). 

Es muy excepcional lo que ha conseguido con su radicalidad. En el partido de gobierno tienden a respetarse los primeros 90 días de un nuevo líder, ella llevaba menos de un mes y casi la echan. La reacción se entiende mejor con los datos de los dos gráficos de The Economist que reproduzco a continuación. La última primera ministra nombrada por la reina fallecida ha batido todos los récords de caídas en intención de voto y en la valoración de sus conciudadanos sobre la capacidad del gobierno.

Ron DeSantis

El miércoles veíamos al gobernador republicano de la Florida, línea radical trumpista, pegado al Presidente Biden en su visita a su estado. Washington asumirá la parte principal del destrozo del huracán Ian, el segundo más destructivo allí tras el Katrina del 2005. Necesitarán unos 57.000 millones de dólares para reparar daños en viviendas e infraestructuras. A esto habrá que añadir los incrementos de gastos en prestaciones de desempleo y de salud en los condados afectados.

El gobierno federal tiende a cubrir un 70% del coste de estos desastres, de ahí el agradecimiento del gobernador a un presidente al que odia la gente como él. Personas que niegan el cambio climático que está detrás de la creciente fuerza de los huracanes y que rechazan el aumento de gasto público. En 2013, DeSantis, diputado en el Congreso federal, votó en contra del programa especial de ayudas propuesto por los demócratas para atender los daños causados en los Estados de Nueva York y Nueva Jersey por el huracán Sandy. Otro que traga bilis y rectifica.

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Truss y DeSantis se han dado de bruces con la realidad y sus excesos populistas. Recomiendo al nuevo líder del PP en España que, si quiere prevenir algo similar, trate de imponer orden a los excesos de protección a los ricos de comunidades gobernadas por su partido y muy necesitadas de las demás para seguir prosperando. No le será fácil y no debe alegar que no son tiempos de andar debatiendo sobre pobres y ricos, frase tomada de Rajoy. Debería revisar trabajos muy fiables que reflejan el grave aumento de las diferencias de renta en el mundo desarrollado o consultar mi libro, que se extiende sobre las consecuencias de ese proceso y cómo combatirlo.

También habla de la necesidad de eliminar el mucho gasto público innecesario, en eso es fácil estar de acuerdo. Le sugiero un par de medidas, ya propuestas aquí, para poder contrastar si es creíble lo que dicen:

  • Combatir la escasez de servicios públicos en la España rural concentrando ayuntamientos. Su partido llevan gobernando Castilla y León 35 años y sigue habiendo 371 municipios en la provincia de Burgos, todo Portugal tiene 308.
  • Proponer la eliminación de los billetes, se acabarían los problemas de déficit público. 

No creo que me hagan caso.

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4 comentarios

  1. En un mundo tan variopinto no hay que esperar otra cosa.
    Hay mucho de todo y, como no puede ser menos, también se da la diversidad en el caso del populismo, no siendo el menos malo el más ilustrado. Y digo esto por si, tal vez, pudiese lo parecer (que no creo) el presentar dos ejemplos poco ejemplarizantes, al menos por la cuestionable oportunidad de los hechos que los motivan, para reincidir sobre la supuesta perversidad de determinadas prácticas fiscales, así, sin más, eludiendo y no por ignorancia, la inmunidad de no pocos de los verdaderos ricos a pretendidos logros impositivos, que terminan recayendo sobre quienes no lo son, agobiados ya en muchos casos, por un esfuerzo difícilmente soportable que termina incentivando el uso y abuso de la elusión , cuando no del fraude anticonfiscatotio.
    En términos de eficacia recaudatoria el resultado el resultado no solo no es positivo si no, probablemente, contrario a lo que dice pretenderse, salvo que ello no sea otra cosa que incrementar la creciente nómina de subsidiados/dependientes diversos y no el estímulo a la creación de riqueza repartible en vez de la pobreza que compartir.
    En este sentido cabe recordar lo dicho en su día por Olof Palme a Saraiva de Carballo…
    Por lo demás (las medidas sugeridas al final de la entrada objeto de comentario) parecen razonables y como tales, aunque como es natural desconozco lo que piensa el Sr. Feijóo, quiero creer que no es contrario al abordaje ordenado de ninguna de ellas.

    1. Como dices, es un tema complejo. Pero el aumento de la desigualdad es una tendencia preocupante, que preside mucho de lo que desarrollo en el libro. Para poder atender a demasiada gente con problemas es necesario que los más poderosos contribuyan más, lo que ayuda a la justicia fiscal y a evitar los excesos de carga sobre las clases medias, su debilitamiento y, con él, el de la democracia. Sobre lo que es clase media hay que ser algo más generoso que lo que suele proponer Hacienda, siempre presionada por recaudar. Hay clase media alta que cumple funciones sociales de relevancia y que en España tendemos a meter en la categoría de muy ricos.
      Cualquier política de reducción de impuestos necesita una paralela reducción del gasto. Esa es la clave y hay que tomar medidas estructurales, como las citadas en la entrada objeto de comentario. No vale pedir sólo la reducción de servicios sociales o su privatización.

  2. En el caso de España esos dos ejemplos se multiplican con las declaraciones de todos los miembros del Partido Popular . Consigna : BAJAR LOS IMPUESTOS
    Alberto Núñez Feijóo debería leer tu articulo

    1. El PP corre un riesgo con actitudes fiscales que los pueden disociar de su base más centrista. Pero tiene gran peso lo que hace Madrid, que está en una fase de aplicar políticas muy egoístas e influye mucho en los medios

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