Juntamos problemas y vendemos la mezcla como solución. España sigue teniendo una Administración Central excesiva en tamaño y en concentración. Por otra parte, mucha de su geografía interior se va quedando despoblada, como pasa en otras partes del mundo. Asuntos independientes, que el Gobierno ha combinado en una operación de imagen. Pretende matar dos pájaros de un tiro y lo que conseguirá es gastar cartuchos y fomentar cacicadas, como que un Presidente envíe a su ciudad natal el primer organismo del Estado que se descentraliza en estos tiempos. José Luis Rodríguez Zapatero colocó en León el Instituto Nacional de Ciberseguridad.

La descentralización es un gesto a la galería. El plano de cómo se distribuyen esas medidas muestra características propias: se sitúan en el interior y en poblaciones pequeñas y medias (*), muy alejadas de la costa y fuera de zonas donde se hablan otros idiomas aparte del castellano, sólo faltaría que los funcionarios del Estado fueran a contaminarse.

El esfuerzo generará empleo en lugares necesitados de apoyo, pero no impulsará una dinámica nueva. Si se quiere mitigar la desertización del interior, hay que potenciar sus capacidades intrínsecas. Por ejemplo, quizá sea el momento de plantearse una política agresiva de reforestación de la meseta norte, hay gran demanda de madera y hacen falta sumideros de CO2. También debería reducirse mucho el número de municipios para que la población que ocupe el interior tenga servicios adecuados.

Si queremos que la descentralización ayude al crecimiento hay que seguir una política contraria a la actual. El crecimiento económico está directamente vinculado a la navegación marítima y a las ciudades grandes, que integrarían en sus dinámicas y multiplicarían las aportaciones que se les hagan. No tiene mucho sentido mandar organismos relacionados con nuevas tecnologías a lugares donde no hay una infraestructura de investigación potente ni presencia privada relevante en ese campo. Si se cambiaran   los criterios que se están empleando, se añadiría energía a procesos en marcha. España crecería más y mejor con el mismo gasto.

Parece que no interesa impulsar áreas metropolitanas más capaces de competir con nuestra capital, que no ha perdido oportunidad de quejarse, por boca de su Presidenta, del tímido esfuerzo de dispersión. Tiene obsesión con absorberlo todo, es quizá un síntoma de inseguridad derivado, precisamente, de estar lejos del mar. No debería preocuparse, la descentralización del Gobierno va hacia lugares secos y con una visión similar de España. No supone un reto significativo y ayudará a extender su influencia en territorio propicio y no muy alejado.  Más ahora cuando, a partir de enero, los funcionarios van a poder teletrabajar tres días a la semana y muchos seguirán viviendo cerca de Madrid, lo que también reduce el potencial dinamizador de áreas interiores que se busca.

(*) Excluyo de este comentario la base logística del Ejército en Córdoba, que es una ciudad grande, aunque interior. En el ámbito militar ya hay experiencias de dispersión por el territorio. Además de la idoneidad de los emplazamientos está la razón estratégica de no concentrar activos ante un posible ataque.

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