Este finde se ha celebrado en el WiZink Center de Madrid una macrocita sobre criptomonedas, organizada por la Academia Mundo Crypto. Como esta sociedad está en la lista gris de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, influencers que iban a intervenir (Cristina Pedroche, Jorge Fernández o Pablo Chiapella) desistieron. Los que sí estuvieron animando el cotarro fueron cuatro diputados salvadoreños, representando a un país cuyo populista presidente, Nayib Bukele, declaró el bitcoin moneda de curso legal. La jugada ha dejado un agujero en sus débiles reservas al perder el 50% de los más de 100 millones que invirtió en el producto. Quizá todo el montaje, pretendidamente formativo para sus 7.000 asistentes, sea parte de una campaña para recuperar prestigio y seguir ganando dinero con las cripto.

Los motores del comportamiento colectivo son el principal interés del blog y creo que es bueno conocer los tres elementos que, bien mezclados, dan lugar a diversas variantes de timo piramidal, que llevan tiempo confluyendo en el espacio de las nuevas monedas.

El primero es contar con un producto donde la gente crea que hay valor escondido. Las cripto cumplen ese papel mucho mejor que los pisos de Sofico o los sellos del Foro Filatélico, por citar dos macroestafas que produjeron pérdidas importantes a los españoles en el último medio siglo. Ahora estamos comprobando, cada día, como lo digital transforma el mundo. También los sistemas de pago (La Energía Oscura del Dinero 2.1). Los jóvenes formados en el nuevo entorno de la tecnología tienen mucha fe en ella. ¿por qué no una nueva forma de dinero que rompa las reglas de juego, controlada de forma anónima y automática, sin políticos y banqueros por en medio? Ayudaría a que el mundo fuera más eficaz y justo.

Un producto idóneo para su difusión y éxito entre el público. El dinero es una mercancía, la más importante inventada por los humanos, que ahora ya sólo cuenta con dos elementos: información contable y confianza. No hay oro u otras materias escasas detrás, la información se maneja bien en el mundo digital y el blockchain es un invento fantástico para registrar operaciones sin que se puedan alterar después. A pesar de ello, la dificultad está en la palabra confianza, siempre frágil. Es el problema de las divisas digitales frente a las respaldadas por Estados fiables. Además, los bitcoin no son tan opacos como dicen, se acaban encontrando. Ha quedado demostrado en intervenciones policiales contra mafias que secuestran sistemas informáticos. Por último, estamos ante unas monedas cuyo funcionamiento tiene un altísimo consumo de energía, bien escaso con fuerte impacto en el calentamiento global. En El Salvador la gente sigue prefiriendo el dólar, que es lo que molesta a Bukele. Ellos sí que están hartos de lo que hacen los políticos con sus pobres ahorros

Un segundo elemento imprescindible para una buena estafa es la capacidad de actuar de los que la fomentan, siempre grandes vendedores de nuevas ideas que nos harán ricos. Muchos se inician de buena fe en ese trabajo, pero las tentaciones que origina la capacidad de hacer crecer el valor de algo en el aire acaban siendo demasiado fuertes y algunos buscan aprovecharse de sus habilidades “comerciales”. Las cripto están rodeadas de nuevas tecnologías disruptivas y de apóstoles en redes o en el WiZink.

El tercer factor, tan imprescindible como los anteriores, es la codicia del estafado, de los que creen que hay un atajo para hacerse ricos que sólo ven los listos, los iniciados. Tenemos un ejército de creyentes en la capacidad de lo digital para cambiar el mundo, que además piensan que su fe les sitúa en el espacio de los que van por delante, de los elegidos, que casi siempre se acaba midiendo en unidades monetarias, a ser posible de las de siempre. La codicia está ahí, escondida en muchos corazones, como los que pretenden “ayudar” a un pobre atrasado que les ofrece un sobre supuestamente lleno de billetes a cambio de unas monedas. El viejo timo de la estampita. Tengan cuidado, los excesos de codicia se pagan caros. Sobre todo los que llegan cuando el tinglado está a punto de derrumbarse.

Como explico en el libro que cité antes, el dinero digital ya existe, es el que tenemos en el banco y movemos con móviles y tarjetas. Publicado antes del derrumbe de las monedas virtuales, advertía en él de los riesgos que tenían y me asombraba el interés de los bancos centrales por apuntarse a la moda, porque no veo la necesidad. Parece que ahora tienen menos prisas por entrar ahí.

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