El sábado día 6 se celebró en una iglesia del Barrio de Salamanca de Madrid el matrimonio del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, con Teresa Urquijo, de familia noble, parienta de los Borbones. Un bodorrio de otros tiempos. La gente normal ya no se casa así, la mayor parte de los matrimonios son civiles y menos del 30% de niños se bautizan. Hubo mucho público frente a la iglesia, deseoso de ver gente importante, pendiente de la llegada de invitados. Aplaudió a los novios y dio vivas a la monarquía cuando apareció el emérito. El escenario, tan tradicional, me recordó tiempos de la infancia, cuando una señora nos sacaba a jugar a los jardines y, a veces, nos colocaba frente a una iglesia próxima, si veía que se iba a celebrar una boda relevante. Le encantaba el espectáculo, comentaba el vestido de la novia o quiénes eran los asistentes más notables

Después del acto religioso y del contacto con esa parte del pueblo madrileño tan entregada a participar en las ceremonias de la villa y corte, expresión que acoge bien este casamiento, los protagonistas y sus invitados se desplazaron a La Cruz del Campo, 25 hectáreas en la sierra del Guadarrama, con magníficas vistas sobre Madrid, donde se celebró un banquete por todo lo alto para casi 600 personas, servido por Lhardy como le gusta a Juan Carlos I. La finca es propiedad de la familia de la novia.

La sensación de contemplar cosas de otros tiempos se extiende más allá de ceremonia y festejo, que incluyó un baile abierto por los novios con el chotis Madrid, Madrid, Madrid. Línea cheli, que conecta con la política del alcalde y de la presidenta de la comunidad. El esposo le lleva a su mujer 22 años y algunos de los asistentes más destacados parecen resucitados de otros tiempos, de cuando tuvieron poder del que fueron expulsados por irregularidades varias, cometidas por ellos o sus subordinados. Son los casos del rey emérito o de la ex presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre. Lo de que Aznar siga pavoneándose es una especie de pesadilla, nos metió en una guerra sin sentido en Irak y nos convirtió en objetivo de la Yihad, que está detrás de los 192 muertos del 11 M, hace 20 años (entrada 7/3 “Aznar mintió mucho”, una de las que más número de visitas ha tenido).  No me quiero extender demasiado sobre la pompa y despilfarro que caracterizaron el acto y la calaña de algunos asistentes. Como es normal, dado el importante cargo del novio, estuvo muy representada la actual cúpula del partido Popular al que pertenece, lo que convierte también el acto en la exhibición de una oligarquía de políticos, nobleza y dinero.

Los excesos de otros tiempos, las reuniones de amiguetes para influir y recibir favores, no son exclusivos del PP, pero le tocan mucho en la capital, por su alta presencia política y por tratarse de un espacio que concentra mucho poder público y privado. Creo que excesos como los del día 6 le pueden perjudicar en otros ámbitos. Se les empieza a ver demasiado inclinado hacia una línea nacional populista, que sólo busca soluciones en el pasado para encarar el futuro. Aunque a corto plazo pueda darle ventajas electorales, le aleja del centro político, que considera suyo tras la desaparición de Ciudadanos y UPYD, y se decanta hacia la derecha dura para competir con Vox, con los que también se ve obligado a gobernar en algunos casos. Todo ello le provoca algo de tensión interna, la que también tensiona al país y la que recomendaría ser más discretos, no es elegante tanta exhibición.

Hay cierto paralelismo entre el acto que comento y la madre de todos los bodorrios, el que organizó Aznar para su hija, nada menos que en el monasterio de El Escorial, cuando se creía todopoderoso. En aquella exageración participaron demasiados invitados que luego anduvieron peregrinando por los juzgados y dañaron la imagen del partido.

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3 comentarios

  1. Me parecería no más exceso que lo escrito bajo el título de “Bodorrio retro”, el calificarlo como bodrio y no solo por aquello de la rima. No puede entenderse si no como nueva maniobra de distracción respecto a los problemas, estos si serios, que afronta España.
    Almeida y su ya esposa, Teresa Urquijo, han hecho muy bien ejerciendo el derecho a enamorarse pese a la diferencia de edad entre ellos. Casos hay no menos notables en que la distancia, en sentido inverso, es aún mayor, sin que tal opción sea cuestionada y, mucho menos, por sedicentemente liberales feministas. Han hecho muy bien organizando su boda donde, como y con los invitados que les ha parecido oportuno (calificados en la entrada poco menos que como una reunión de la cosa nostra) y han hecho lo debido bailando (bien o mal, que eso es otra cosa) el madrileño por excelencia, ¡ faltaría más ! , aunque como es sabido la “moda” sea hacerlo al ritmo de la sardana y el agurra, ambos al mismo tiempo…
    Han ejercido, digo, su elemental derecho a la libertad que les asiste en el siglo XXI, que sorprende sea censurada, cuando más recurrente que justificadamente la libertad es proclamada.
    Con todo, supongo que ni a los contrayentes ni a los muchos amigos y simpatizantes varios que de uno u otro modo le muestran su creciente apoyo, les produzca la más mínima preocupación los negativos augurios que para antes o después se predicen. Más bien le reafirmarán en aquello de ¡ es que cabalgamos ! .
    Por mi parte me uno al vivan los novios.

    1. Por supuesto que los novios pueden hacer lo que les apetezca, elegir lo que les gusta. El problema es que, al hacerlo, enseñan la visión que tienen de la sociedad en que viven. Les quedó bastante antigua y apegada a la cultura tradicional del gran poder en la villa y corte.

      1. ¿ El problema ? . ¿ Que problema ? . No parece que a una gran mayoría de madrileños y a muchos que no lo son entiendan el conjunto del evento de referencia lo vean como tal.
        Más bien podría ser que así lo perciban los contumaces detractores de los protagonistas y, en general, de los invitados, pero como in problema para ellos. Para los críticos.
        El bodrio no fue ni la boda en si misma ni la celebración consecuente.

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