Aznar presidió España en los últimos años en que hubo que contener a una ETA en decadencia. Su gobierno actuó con decisión, la lucha antiterrorista era un activo electoral para las elecciones del 14 de marzo del 2004. Pero no podía imaginar los atentados que llegaron el 11 M, cuando, en hora punta, explotaron las bombas colocadas en cuatro trenes de cercanías de Madrid, provocando 192 muertos y unos 2.000 heridos.

Había elecciones generales en tres días y se decidió echarle la culpa de lo ocurrido a ETA. La indignación reforzaría el voto a un partido muy centrado en derrotar a los terroristas. Aznar llamó a los directores de los principales medios de la capital y de Barcelona para decirles que tenían pruebas de que ETA era la autora de los atentados. TVE archivó una entrevista en exclusiva con el Presidente George Bush y su esposa en la Embajada española en Washington, solicitada por el propio Bush para solidarizarse con los españoles. Algo totalmente inédito fue enterrado porque podría conectar lo ocurrido con el 11 S.

El único medio de relevancia que puso en duda la culpabilidad de ETA, que el propio Otegui descartó al día siguiente, fue La Voz de Galicia. Sus fuentes decían que los responsables podrían ser islamistas. Antes de las elecciones ya estaba claro que no había sido ETA y manifestaciones de protesta tomaron las calles. Aun así, Aznar y su ministro de interior, Ángel Acebes, insistieron en no descartar esa hipótesis. La mentira les costó una inesperada derrota electoral y llevó al socialista Zapatero a la Presidencia.

Pero lo del 11 M no es un caso único. En marzo del 2003,  Aznar nos metió en la invasión de Irak. Enviamos allí 1.300 soldados, de los que 11 murieron. Las tropas fueron retiradas en cuanto Zapatero llegó al poder. La UE no apoyaba la invasión y España es un país refractario a meterse en guerras.  Aznar quería llevar la contraria a Europa, de la que desconfiaba como buen nacionalista conservador. Se le veía feliz y empoderado en la foto con el presidente George W. Bush y el primer ministro Tony Blair, cuando acordaron la invasión en una reunión en Azores. Aquella decisión trajo problemas que aún arrastramos y puso a España en el punto de mira de Al Qaeda y similares. De ahí el interés de Bush en mostrar su apoyo al pueblo español tras el 11 M, tenía mala conciencia. Encima, aquel grave error se justificó con una fantasía: la existencia en manos de Sadam Hussein de armas de destrucción masiva que había que eliminar. No era verdad, como luego se comprobó. Bush y Blair ya pidieron disculpas por aquel desaguisado, Aznar aún no.

La afición del presidente a mentir se contagió a los miembros de su gobierno. En 26 de mayo del 2003 un avión Yak 42 se estrelló en Turquía con 62 militares españoles a bordo, murieron todos y 13 personas de otras nacionalidades. La peor desgracia de nuestras fuerzas armadas en tiempos de paz. La causa del accidente fue el mal estado del aparato contratado y supervisado por el Ministerio de Defensa. Una chapuza, como luego demostrarían los tribunales, aunque el ministro, Federico Trillo, lo negara.

Tampoco podemos olvidar lo que dijo el portavoz de aquel Gobierno, Mariano Rajoy, tras el hundimiento del Prestige en 2002 frente a la Costa da Morte: “salen unos pequeños hilitos, cuatro en concreto, regueros solidificados con aspecto de plastilina”. Describía el inicio del mayor desastre ecológico de la historia de este país, agravado por las decisiones de responsables del Ministerio de Fomento, dirigido por Francisco Álvarez Cascos, que alejaron el barco durante 6 días, en vez de refugiarlo para limitar el impacto del vertido.

Negar la realidad cuando no es favorable es una tentación comprensible, pero aquel presidente mintió en temas muy importantes y sus acólitos le imitaban. Rechazaba lo que resultaba ajeno a una idea simple y tradicional de país, que puede resultar lógica a un alto funcionario castellano, afincado en Madrid y poco viajado. A pesar de todo lo que nos engañó, sigue predicando lo que le parece mejor para esa España suya que nunca existió en democracia. Como no existieron las armas de destrucción masiva en Irak o el comando de ETA que, según él, habría cometido los atentados del 11 M.

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3 comentarios

  1. En ese caso ¿sugieres deberíamos estarle muy agradecidos (a Aznar) por haber favorecido la, en otro caso, impensable llegada de ZP a la presidencia del gobierno, con la que el país (y no me refiero a El País, que eso es otra cosa) se «cubrió de gloria» a lo largo de su mandato y durante el cual se pusieron las bases y fundamentos que, años después, hizo suyos no el Psoe de la transición y posterior modernización de España, si no ZP2 y el nuevo partido creado a su imagen y semejanza, que en las urnas pierde apoyos recurrentemente por más que sus espurias alianzas le permitan «mandar» más que otra cosa,
    en medio de una grosera y constante contradición entre los dichos y los hechos, en una inacabable escapada hacia delante que tiene a la Nación en su conjunto «patas arriba» ?.

    1. Te veo muy sesgado. Aznar presidió los años de hinchar la gran burbuja inmobiliaria, que luego trajo una crisis que se llevó por delante el sistema de cajas de ahorros, incluida la del mayor agujero la de Madrid donde mandaba un amigo suyo. Pero lo peor es que metió en la invasión de Irak, con una mentira, al pueblo español, muy refractario a esas aventuras. Esa decisión es la causa última de los atentados del 11 M, porque nos puso en el ojo de los terroristas islamistas, de sus mentiras de hace 20 años que costaron al PP las elecciones. Sus «amigos» de la foto de las Azores, Bush y Blair, han pedido perdón por aquel grave atentado a la convivencia. Debe ser que son protestantes y ellos no tienen sacramento de absolución, tienen que dar la cara, rectificar para no ser condenados. El católico Aznar seguramente se ha confesado en privado, pero nada de disculparse ante un pueblo del que fue, posiblemente, el peor presidente en la historia de su democracia.

  2. No es infrecuente que los inevitables sesgos de cada uno (no hay nadie tan objetivo que carezca de subjetividad) lleven más a ver los ajenos que a reflexionar sobre los propios. Me aplico el cuento y te invito a que hagas lo mismo, aunque con escasa esperanza de conseguirlo.
    Me sorprende, o mejor no me sorprende, que con todo lo que está cayendo se pongan en marcha maniobras de distracción que aparten del primer plano lo que realmente debería ser objeto de continua y grave preocupación y censura. Es un clásico lo de buscar un enemigo externo, valga la metáfora,
    para tratar de mantener prietas las filas entre los «allegados».
    Así, por centrarme en lo que nos ocupa, puedo entender que, entre contínuas «cortinas de humo», se traigan ahora a colación las supuestas mentiras de Aznar (de hace décadas) cuando en los tiempos que corren vivimos en permanentes y clamorosas mentiras que embusteramente se dan en «vender» como cambios de opinión, sin que por los sedicentemente no sesgados manifiesten el más mínimo rechazo a tan repudiables y transcendentes prácticas.
    No voy a entrar en valorar a presidencias de Aznar. Solo recordar que hace hoy 28 años (generales 1996) ganó por mayoría simple y pudo gobernar, entre otras cosas, porque el Psoe renunció a la posibilidad de lograr posibles pactos al efecto, manteniendo la regla no escrita de que a nivel de la Nación lo hiciese el que obtuvo mayor representación, tradición que rompió el partido sanchista aún a costa de tener que conformar las variopintas alianzas, con cesiones de todos conocidas y un gobierno «frankestein», Rubalcaba dixit.
    Cuatro años más tarde (año 2000) los españoles valoraron su gestión, la de Aznar, otorgándole una amplia mayoría absoluta y, pese a que todas las encuestas pronosticaban podría volver a obtener una amplia mayoría en las elecciones de 2004, declinó la posibilidad de presentar su candidatura, de acuerdo con su compromiso de no gobernar más de dos legislaturas, tradición que rompió el partido sanchista aún teniendo que plegarse a extravagantes alizanzas y pactos, ya citados, que le permiten sobrevivir pese a la pérdida de apoyos en la generalidad elecciones a las que este Psoe se ha presentado.
    Cada quien puede opinar, interpretar y valorar a su gusto, pero los hechos son los hechos.

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