Los ladrones están desesperados. Antes, cuando saqueaban un negocio o atracaban a una persona, obtenían el doble de billetes que ahora. La gente lleva menos efectivo porque paga casi todo con tarjeta, móvil  o bizum. Las bandas que viven de esta actividad delictiva y el ejército de colgados que necesitan pasta para comprar droga están desesperados, tienen que trabajar mucho más y poner en peligro a mucha más gente para conseguir lo mismo. Es la razón del fuerte aumento de la delincuencia contra la propiedad.

Lo curioso es que la prensa lo denuncia, como el titular de hace unos días que reproduzco, pero nadie parece saber a qué se debe el fenómeno. Sólo los que leen este blog, que ya adelantó, antes que nadie, que España superaba los objetivos de crecimiento económico o de recaudación fiscal porque afloraba parte de la economía sumergida al perder mucho del oxígeno que respira: los imprescindibles billetes.

Desde la pandemia de hace tres años, la caída del uso del papel moneda es muy relevante en España, un país donde las tarjetas de pago están muy difundidas. En el libro cuya portada reproduzco al final se argumenta a favor de establecer un plan de abandono de los billetes, como el de algunos países nórdicos y Australia. Si se hace bien, tendrá muchas ventajas, como allí explico. La principal es que viviremos en una sociedad menos peligrosa al hacerles la vida muy difícil a las mafias que trafican con drogas, armas o personas.

La inoperancia de políticos y funcionarios de los bancos centrales nos conduce a una situación descabellada: emiten más billetes grandes para soportar evasión fiscal, corrupción, terrorismo y delincuencia, mientras la gente deja de usarlos. Vergonzosos apegos bloquean a los que toman decisiones y nos llevan a situaciones peores, como este aumento de la actividad de delincuentes que no pueden funcionar sin papel moneda, el gran instrumento de pago que el Estado protege para ayudarles.

Según mi análisis, producir un sistema de pago opaco y público, cuando los usuarios legales lo abandonan, es muy negativo para mucha gente. Sería mejor explicar que el sistema va a ser eliminado en determinado plazo. Eso llevaría a los sin ley a intentar  buscarse un trabajo honrado y ayudaría a muchos a dejar graves dependencias.

Los narcotraficantes sienten en sus carnes la escasez de billetes en el bolsillo de sus clientes. Tienen estructuras comerciales muy caras: producción y distribución clandestinas, recursos para corromper autoridades y pagar a las bandas de esbirros, camellos, mulas… Para mantener la demanda, deben bajar el precio. Pero es difícil, lo hacen, como muchos fabricantes avispados, reduciendo la cantidad y calidad de droga en las dosis que venden, aumentando efectos secundarios negativos. Es lo que está pasando, junto al aumento de la actividad delictiva.

Mucha gente sufre ¿harán algo serio y terminarán con el problema?, es la primera vez que pueden, o ¿seguirán dejando que se saturen comisarías, cárceles y juzgados, además de centros de salud y hospitales?. Como no me canso de repetir: cada vez es más difícil hacer los cambios lógicos que la sociedad necesita, siempre hay fuertes intereses con poder para evitarlo. Deberíamos presionar más a nuestros políticos.

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Una recomendación final a los usuarios de sistemas modernos  de pago: lleven encima una de esas viejas  tarjetas de pago, de plástico. No lo fíen todo al móvil porque puede pasarles lo que al joven futbolista cordobés  Álvaro Prieto, que falleció en la madrugada del pasado lunes en un accidente después de no haber podido pagar el billete de tren de vuelta desde Sevilla por haberse quedado sin batería en el teléfono.

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