Permítanme una breve memoria de aquellos tiempos, cuando algunos jóvenes esperábamos el fin de un régimen opresivo que se nos hacía eterno. El golpe militar del 25 de abril de 1974, en Portugal, fue un rayo de esperanza. Caía la otra gran dictadura ibérica, la más antigua del continente, muy desgastada por una larga guerra colonial sin salida.

Para los gallegos, por proximidad geográfica y cultural, resultaba fácil identificarse con lo que ocurría más allá del Miño. Además, mi pareja, Arantza, era periodista en la sección de internacional de La Voz de Galicia y vivíamos intensamente lo que pasaba fuera. Incluso escribíamos algún artículo conjuntamente que firmábamos con pseudónimo. A los pocos días del 25 de abril se publicó uno de ellos “Suerte Portugal” donde se analizaban las causas de la revuelta y las dificultades a las que sus protagonistas se enfrentaban para terminar las guerras en las posesiones africanas, crear una democracia y reconvertir una economía cuya principal fuente de riqueza era la explotación de recursos naturales de las colonias, controlada por las “cien familias”. Ellas cimentaban la brecha social con la mayor parte de los portugueses de clase baja y una débil burguesía.

Las primeras frases de aquel artículo eran “El régimen salazarista, encorsetado en la propia rigidez de sus principios, por su falta de imaginación y divorcio de la realidad,…”. Luego se extendía sobre la situación portuguesa y los errores de Marcelo Caetano que en el 68  había reemplazado a Antonio Salazar, en el poder desde 1932 (aquella dictadura militar había comenzado en 1926). Los comentarios sobre política internacional, en medios aperturistas, servían también para enviar mensajes sobre la situación de España. Llevábamos décadas de censura y estábamos acostumbrados a las dobles lecturas.

La tensa situación en las colonias y las diferencias de clase provocaron que la rama más abierta del ejército portugués  liderara el proceso revolucionario desde un planteamiento muy izquierdista. Se nacionalizaron los bancos y empresas importantes. Como consecuencia, se acabó dañando más una economía  que entraba en fase poscolonial y, en la década siguiente, hubo que volver a privatizar lo nacionalizado. Se abrió camino hacia una democracia estable que, el 1 de enero 1986, pudo incorporarse, con España, a la Unión Europea. Desde entonces, el país ha ido mejorando de forma consistente.

Los primeros tiempos de aquella revolución fueron una alegría para muchos españoles que aprovechaban puentes y vacaciones para acercarse al país vecino. Nosotros estuvimos a principios del 75, de ese viaje son las fotos que acompañan estas líneas. La del final es de una pintada, que no se lee bien, pero que dice “Arriba Franco, máis alto que Carrero Blanco”, el delfín del Régimen, asesinado por ETA en diciembre del 73 haciendo explotar una bomba al paso de su vehículo oficial.

Lisboa ofrecía un programa de actos variados, incluidos mítines de los partidos españoles prohibidos. Un amigo, ronco de gritar contra un régimen que estaba en sus últimos meses (Franco murió en noviembre), nos confesó que se había ahorrado dos años de psiquiatra. Me llamaron la atención las canciones que reivindicaban el fervor revolucionario y firmaban organizaciones de izquierda radical, reflejo del ambiente que se vivía. Conservo los textos de muchas en un folleto (Cantos de Luta) del Grupo de Acçao Cultural y la versión cantada de siete de ellas de un casete. Todo comprado en un puesto callejero que aquel grupo tenía. Se puede acceder a esa memoria viva en el siguiente enlace:

https://dgap.gal/2024/04/23/especial-25-de-abril-cantos-de-luta-grupo-de-accao-cultural/

Dignas sucesoras de “Grándola, Vila Morena”, la balada de Zeca Afonso emitida desde la radio la mañana del 25 de abril del 74 como señal del comienzo del golpe.

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3 comentarios

  1. ¡ Cuantos de los entonces jóvenes que dices «esperaban el fin del régimen opresivo», así como las familias de que dependian, vivian muy bien y progresaron significativamente en todos los sentidos bajo el mismo ! …
    Pese a que la situación en España era ciertamente mejorable, tanto en lo económico como en lo social era incomparablemente mejor que la de Portugal, por las razones, entre otras, que citas, independientemente de las estrictamente políticas. Todo ello propició en el pais vecino el éxito de una revuelta largamente larvada, que dió paso a vacilantes pero esperanzadores cambios que solo pudieron lograr encauzarse por el camino que desde hace ya años transita, afortunadamente, el querido pais vecino, a partir de cuando consiguieron ir prescindiendo de lideres revolucionarios que pusieron en serio riesgo de descarrilar el proceso, por ser el remedio que proponian no menos malo que la enfermedad. Valga como ejemplo la intención estratégica de «acabar con los ricos» que Otelo Saraiva de Carbalho expuso al lider socialista sueco, Olof Palme y que fue refutada por este con un «lo que nosotros pretendemos es acabar con los pobres».
    Aquel vuestro «Suerte Portugal» era y es perfectamente suscribible y deseable, pero, desde luego, la historia siempre resulta menos poética que la mitología y el caso que comentamos no es una excepción.

    1. Llevo tiempo sin contestar tus comentarios. Tienes razón en que tengo sesgo en lo que digo, pero cuento con la disculpa de que lo que pienso es público, está escrito en el libro que inspira el blog, donde, entre otras muchas cosas, se explica por qué los sistemas muy federales tienden a funcionar mejor que los centralizados. A navarra y al País Vasco no les va mal, otros podrían beneficiarse de sus experiencias. Comprendo que en posturas más centralistas preocupe dar pasos en esa dirección, que pienso daría lugar a un Estado más eficaz, en el que las tensiones se traducirán más en hablar de cosas tangibles como el dinero que recauda y gasta cada uno, en lugar de aferrarse a principios eternos e innegociables, como es tradición de nuestra católica herencia cultural. En la capital también da cierta angustia que la tendencia a perder competencias por abajo, como siempre ocurre cuando hay democracia en España, que ahora se superpone a la tendencia a ceder competencias hacia arriba, hacia la UE, Aznar fue el mejor ejemplo de Presidente angustiado por ese doble efecto que le llevó a tomar algunas decisiones poco pensadas.
      Y seguimos deseando suerte a Portugal, aunque Lisboa, aliada a Madrid, acaba de conseguir que se de prioridad a la conexión AVE entre ellas sobre el ferrocarril moderno entre Vigo y Oporto, que queda aplazado para la próxima década. Una pena para Galicia. Sobre eso irá la próxima entrada.

  2. Insistes en hablar de las bondades de los paises descentealizados y te refieres a España como si no lo fuese, lo que no es defendible. Por mi parte ya respondí, e insisto, en que una cosa es descentralizar y otra disgregar/desnaturalizar, lo que no solo equivale a secesión. Al País Vasco y a Navarra no les va mal, pero si careciesen de los derechos que les reconoce la Constitución y que, me gusten o no, respeto, tal vez no les fuese a ellos tan bien, pero le iria mejor al conjunto de España. La diferencia entre la medicina y el veneno está en la dosis y no nos debemos dejar envenenar. Moncloa, a ese precio, no vale la pena.
    El Estado autonómico español es ya equiparable a cualquiera federal europeo. Otros que no lo son (citemos por proximidad a Francia y Portugal) no desmerecen en su actual situación y expectativas. Tenemos muchas cosas que hacer y en las que mejorar para dispersar nuestras energias en esteriles litigios promovidos por unos pocos.

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