Durante los años 20 del siglo pasado, echaron a andar los partidos fascistas que dominarían países como Italia y Alemania y darían pie a la Segunda Guerra Mundial a la que arrastraron a Japón, que entonces empezaba su despegue industrial. En Rusia, la Revolución de 1917 entregó el poder Lenin, que implantaría una versión fascista de izquierdas. Este año se cumplen 100 años de tres hechos relevantes: (1) las elecciones que llevaron a Mussolini al gobierno y no volvió a haber elecciones libres en Italia hasta 1946, (2) el fallecimiento de Lenin y el control del partido por el implacable Stalin, después de ir eliminando a todos los dirigentes que podrían hacerle sombra, y (3) el juicio contra Hitler por intento de golpe, al tratar de repetir la experiencia de la marcha sobre Roma de Mussolini, después de un acto masivo en una cervecería de Munich.

Ahora asistimos al ascenso de Donald Trump en su carrera para volver a la Presidencia de los EEUU. También él promovió una marcha sobre el Congreso, en su caso para intentar cambiar un resultado electoral desfavorable. Veíamos, el 21 de febrero, que cuenta con apoyo de un personaje claramente fascista, Vladimir Putin. Hace unas semanas Trump invitó a la Conferencia de Acción Política Conservadora, celebrada cerca de Washington, a Milei, Abascal, Bukele, y los promotores del Brexit, Truss y Farage. Otros, como Meloni, Le Pen y Orban, les siguen en esa línea política, que se empieza a calificar como “conservadurismo nacionalista”. Entra también en la categoría, versión muy religiosa, el jefe de gobierno de la India, Narendra Morí, mientras el otro gran país asiático, China, está bajo un sistema totalitario.

La tendencia a la que se adscriben algunos conservadores nacionalistas, tiene poco que ver con el liberalismo que dicen profesar. Al contrario, buscan el control del Estado, desconfían de los organismos supranacionales, elevan barreras al comercio y van limitando la libertad de expresión. La libertad que más defienden es la de venta y posesión de armas de asalto.

Su creciente influencia es causa del aumento del gasto militar y motivo de mucha preocupación, porque hay miles de armas nucleares sobre el planeta, mucho más potentes y sofisticadas que las dos que provocaron las matanzas de civiles en Hiroshima y Nagasaki para poner fin a la resistencia japonesa en agosto de 1945 y terminar con lo que había empezado 20 años antes y ahora resurge. Putin ha amenazado con destruir a la Humanidad si la OTAN envía tropas a Ucrania. Asusta escucharle, aunque podamos pensar que se trata sólo de una bravuconada.

Como hace 100 años, el respaldo popular de los parafascistas se basa en la tentación a encerrarse dentro de fronteras y valores antiguos, y echar la culpa de los problemas a los de fuera, a la internacionalización, a la pérdida de la fe religiosa, a la falta de mano dura de las democracias. Una muestra del afán aislacionista se refleja en la estadística tomada de The Economist que copio al final, con el creciente porcentaje de votantes republicanos (casi el 80% a finales del 2023) que responden afirmativamente a la pregunta “¿Deberían los EEUU involucrarse menos en resolver problemas en otros lugares?”

Europa debe prepararse para una posible vuelta de Trump a la presidencia. Da miedo pensar en un segundo mandato de este personaje porque no podrá presentarse a otras elecciones y se sentirá libre para hacer lo que le plazca. Hasta puede ocurrírsele iniciar un conflicto militar para justificar una más larga permanencia en el poder, alegando el precedente del demócrata Thomas D. Roosevelt, el único presidente elegido 4 veces, al encadenar la salida de la Gran Depresión con la Segunda Guerra Mundial. Esa posibilidad está ya expresamente prohibida en la Constitución de los EEUU, hasta la muerte de Roosevelt era sólo una tradición. Pero con Trump nunca se sabe. 

Me parece urgente que la UE desarrolle su propia política de defensa, al margen de una OTAN que se puede ver muy limitada si cambia el Presidente de los EEUU y un envalentonado Putin insiste en seguir ampliando fronteras. Úrsula Von der Layen, presidenta de la Comisión y candidata a un nuevo mandato tras las elecciones europeas de junio, tiene previsto, si es reelegida, promover el apoyo a los fabricantes europeos de armas y nombrar un comisario de defensa, cargo que ahora no existe y que puede no hacer mucha gracia a los amigos que tiene Trump a este lado del Atlántico, muy aficionados a desfilar detrás del ejército nacional y una sola bandera.

El camino hacia la defensa común europea, un objetivo trascendental en el proceso de integración continental, encontrará resistencias en muchos países. Pero lo necesitamos para no depender tanto de los EEUU. Los demócratas europeos estamos obligados a contar con los medios necesarios para protegernos, pero también para defender en la tensa sociedad del Siglo XXI la libertad, los derechos humanos y la pacífica colaboración entre países para resolver problemas comunes, de los que cada vez hay más, empezando por el cambio climático.

Únete a la conversación

2 comentarios

  1. Parece evidente que Europa debe hacer lo preciso para alcanzar un adecuado nivel de autosuficiencia defensiva, sin perjuicio de su pertenencia a la Alianza Atlántica y con independencia de que se cumplan, o no, los distintos pronósticos/posibilidades que detallas. Claro que para ello habrá que asumir condicionamientos de distinta naturaleza de no fácil logro dados los desencuentros conocidos y previsibles entre los miembros europeos, entre otros.
    Por cuanto respecta al presente y devenir del liderazgo en distintos paises de los que citas y para no pormenorizar, me refiero a EEUU :
    Es un problema en si mismo que, aparentemente, las alternativas presidenciales se limiten a Tramp y a Baiden. Aquel porque el «estilo», sin entrar en otras consideraciones y experiencias, genera una comprensible preocupación e incertidumbres (o no) y Baiden (el partido Demócrata) porque pese a dichos pesares no han sabido aprovechar la legislatura próxima a concluir para consolidar una candidatura con la solvencia personal y estratégica precisas al nivel de un pais de tan singular importancia. Las debilidades resultantes, en cualquier caso, contribuirán a agudizar muchos de los problemas globales.

    1. Europa debe preparase para montar su propio sistema militar, estrictamente defensivo, y prepararse para un posible futuro sin la OTAN, un resto de la guerra fría que limita nuestra autonomía estratégica al hacernos depender demasiado de un aliado que empieza a mostrar síntomas de ir por libre y pensar sólo en sí mismo. Putin tiene algún fundamento cuando saca el lado paranoico y alega que la OTAN fue concebida para frenar a la URSS y que no se desmontó al desaparecer esta. La usa como disculpa de su afán expansionista. La explica a su sometido pueblo como una estructura militar multilateral montada únicamente para contener a Rusia, lo que justificaría la agresividad de ésta.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *