La gran potencia europea tiene un pasado negro en asuntos ambientales, largo tiempo presidido por el carbón y con alguna experiencia reciente de su gran industria de automoción, haciendo trampas con las emisiones de vehículos de gasóleo. Alemania dice que quiere cambiar porque reconoce que se va a quedar lejos de los objetivos de reducción de emisiones de co2 a las que se había comprometido para el 2020 (40% sobre el nivel de 1990).

La canciller, Angela Merkel (CDU), y el ministro de finanzas, Olaf Scholf (SPD) han presentado hoy un ambicioso plan, para ser capaces de cumplir los objetivos del 2030 (recorte del 55% sobre 40 años antes). Varias razones han tenido que confluir para que adquieran un compromiso que no les resulta fácil.

La más importante es la creciente presión que ejercen los verdes sobre la coalición de los dos grandes partidos en el gobierno . El partido ecologista está encadenando crecimientos de votos en cada elección. Un símbolo importante de que las cosas sólo cambian cuando hay presión de los ciudadanos (epílogo del libro: Todos somos necesarios).

Conociendo la cultura alemana de rechazo al déficit del Estado, las medidas a tomar, que implican unos recursos de 54.000 millones de euros en los próximos años, sirven también para justificar internamente el refuerzo de gasto público que le piden sus socios en la UE y el propio Banco Central Europeo. Necesitamos estímulo fiscal ante la caída de las tasas de crecimiento porque la política monetaria ha llegado a sus límites. Alemania tiene más margen que otros para hacerlo.

Con esta movida, el gobierno alemán se quiere sacudir la doble presión de la oposición ecologista y de los que le piden que aumente el gasto para estimular la economía.

Pero es que, además, tenían que hacer un acto de contrición significativo ante la falta de seriedad que los alemanes y su industria habían demostrado, quedando lejos de metas asumidas y trampeando emisiones de motores. El tiempo se les echaba encima, el lunes habrá una cumbre mundial sobre el cambio climático, convocada por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y les iban a sacar los colores. No podían seguir haciendo como si el asunto no fuera con ellos.

Aunque haya algo de hipocresía en las motivaciones de Alemania, las de hoy son buenas noticias para la salud del planeta.

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