El actual Presidente de los EEUU sigue por detrás en intención de voto para las elecciones del 3 de noviembre, aunque se haya recuperado un poco en los últimos días. Su estrategia de enfrentamiento contra los que piensan distinto y la tendencia a ejercer la violencia de sus seguidores hacen prever una campaña electoral dura y sucia.

Un reciente informe del FBI insiste en la actividad de agentes rusos para desacreditar al rival de Trump, Joe Biden, y crear dudas sobre la fiabilidad del sistema de voto por correo, que va a tener más peso a causa de la pandemia. Emplean “un persistente tamborileo de desinformación”, como lo denomina Christopher Wray, director de la agencia.

Donald Trump es un populista, como Vladimir Putin, por lo que tienden a apoyarse entre sí. Para ambos las formas democráticas sólo son respetables si les favorecen. El niño gordo, rico y mal criado no se irá por las buenas y hará lo que haga falta. Incluida la manipulación de los resultados en los Estados donde se prevén mayorías ajustadas para corregir lo que salga de las urnas y seguir sentado en el despacho oval.

El objetivo principal es desacreditar el voto por correo, que tiende a serle muy desfavorable. Intentará restringir las normas para el canal postal, suprimir papeletas que no las cumplan y dejar que sean los tribunales los que, en última instancia decidan quién va a ser el próximo Presidente del país más poderoso.

Como consecuencia, el fallecimiento anteayer de la jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg, una prestigiosa magistrada de línea progresista, degenera en una batalla entre demócratas y republicanos para la elección de su sustituto. Los primeros intentarán aplazarla hasta que el ganador de las elecciones tome posesión, los segundos intentarán que la elección se produzca en noviembre. Probablemente conseguirán lo que sería el tercer nombramiento de Trump para el más alto tribunal (9 miembros), reforzando la mayoría conservadora.

Este hecho puede llegar a condicionar la elección del Presidente si resultados electorales ajustados, afectados por el recuento de los votos por correo en Estados decisivos en los que el actual mandatario resulte perdedor, son recurridos en vía judicial y la decisión acaba en manos del Supremo.

A una escala inferior pero relevante, las aspiraciones del Presidente se han visto limitadas por un juez de uno de esos Estados más disputados, Michigan. Esta semana ha dictado sentencia: se deben contar absolutamente todos los votos entregados en el sistema postal hasta el día anterior de la elección, siempre que lleguen al colegio electoral en un plazo máximo de 14 días. En el 2016, Trump ganó Michigan por 11.000 votos. Ahora Biden va allí por delante y unas pocas papeletas pueden ser decisivas.

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