El bitcoin es una modernidad, sobre todo por la tecnología que lo sustenta: blockchain. Una legión de “mineros” buscan fórmulas para crear nuevos ejemplares irrepetibles utilizando ingentes recursos informáticos. Como dice apoyar la libre empresa, Donald Trump lo ha convertido en tema de campaña. En la mayor reunión sobre este nuevo activo de inversión, celebrada a finales de julio en Nashville (Tennesee), el aspirante a presidente de los EEUU prometió hacer de su país “la capital mundial del bitcoin”. Realmente ya lo es, sobre todo desde que China rechazó en el 2021 la minería asociada por su consumo de energía, aunque tampoco debe gustarle la dificultad de controlarla, algo imprescindible para el PC Chino. Los generadores de bitcoins emigraron de allí y encontraron su nuevo hogar en Tejas, gran productora de petróleo, le gusta que se gaste energía. Hay allí más empresas dedicadas a ello que en todo el resto de los EEUU sumado. El gran Estado sureño es ya la capital mundial de la producción de bitcoins y vota fervientemente por Trump.

No obstante, hasta en la conservadora y petrolera Tejas empieza a haber preocupación por la alta demanda de electricidad aparejada a la minería de bitcoins y a la instalación de grandes centros de proceso de datos para la inteligencia artificial que también se están levantando allí. Ponen en peligro la red eléctrica, sobre todo en caso de situaciones meteorológicas muy adversas, que tienden a ser más frecuentes por el cambio climático, aunque ellos sean negacionistas. En julio, cuando Trump apostaba por potenciar el manejo del blockchain, el huracán Beryl provocó un apagón total en Houston. En el invierno de 2021, la tormenta Uri, dejó a 4,5 millones de tejanos sin electricidad y causó 300 muertes.

Los defensores de esos grandes consumidores de energía los justifican argumentando que, como no necesitan estar operativos todo el tiempo, pueden parar cuando causas imprevistas disparan la demanda. De hecho, ya lo hacen y lo han convertido en un negocio. Aseguran contratos de suministro eléctrico a largo plazo y a precio bajo, y, cuando se necesita aumentar la potencia, paran y venden muy caros sus excedentes . Para estos operadores informáticos, su capacidad de arbitrar con los precios de la electricidad está empezando a ser más rentable que la propia minería de criptodivisas. La preocupación de que gigantes electrónicos jueguen y se lucren con las necesidades públicas y que, además, creen pocos puestos de trabajo, hace que pierdan gancho político. El senado de Tejas aprobó el año pasado una norma que prohibía su función de intermediación energética, pero fue tumbada después en la cámara baja.

Las esperanzas de cambio no parece que vayan a llegar desde Tejas. Su gobernador, Gregg Abbot, es un fiel seguidor de Trump, y defiende el bitcoin. Por cierto, fue el primer político de su país en recibir importantes fondos electorales en bitcoins cuando fue elegido en 2014. Seguro que a Trump le están llegando ahora. Ambos apoyan también la venta libre de armas, que causa, cada año, decenas de miles de muertes innecesarias en los EEUU. Debo informar a los defensores del bitcoin que están en el mismo espacio que Abbot y Trump. Su moneda sirve para especular y pagar a poderosos, y representa un duro atentado contra la ecología del planeta. Si en noviembre ganara Harris, ambos negocios se enfrentarán a restricciones, otra razón para desear el triunfo de Kamala.  

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *