El nuevo sultán turco tiene dificultades en el frente económico y se niega a aplicar las recetas adecuadas para sus males, parece confiar más en un milagro divino, que espera merecer después de haber hecho a Alá una gran ofrenda: Santa Sofía reconvertida a mezquita. Su principal problema es la caída de valor de la moneda (ver gráfico al final, tomado de The Economist), por su interferencia en el trabajo del Banco Central al que no deja subir tipos de interés a pesar de enfrentarse a una inflación de dos dígitos. Temas demasiado materiales para la voluntad divina.

Ante el razonable deseo de los responsables de la política monetaria de elevar su tasa básica, sacó su lado autoritario y cesó el sábado al Presidente de la entidad, Menal Uysal, que ocupaba un cargo teóricamente independiente. Al día siguiente, dimitió el Ministro de Finanzas, Berat Albayrak, que además es yerno del Presidente Erdogán. Alegó motivos de salud.

Como ya saben los lectores de este blog, tengo cierta debilidad por los autócratas intentando que la economía obedezca a sus designios, es un espectáculo que puede ser hasta divertido. Ahí tiene Erdogán un punto débil, común con su vecino Vladimir Putin, con el que unas veces se alía y otras se enfrenta, como ha ocurrido en su apoyo a Azerbaiyán (musulmanes) en la disputa con Armenia (cristianos ortodoxos) sobre el enclave de Nagorno Karabaj.

Son dos autócratas que dirigen sendos antiguos imperios terrestres, la variante más peligrosa del imperialismo porque las excolonias están alrededor o aún dentro (kurdos) de la vieja metrópoli, con todo tipo de relaciones que se pueden usar para justificar su recuperación y sometimiento a la unidad sagrada de la patria. Turquía desarrolla una creciente actividad expansionista, con reivindicaciones territoriales sobre áreas marítimas próximas, que albergan reservas de gas, y diversos grados de involucración en zonas con conflictos militares más o menos calientes, como Siria y Libia.

A ambos les está fallando la economía. Al zar por la caída de los precios del petróleo y el impacto de la pandemia en una población envejecida. En el caso del sultán por su tozudez en no subir algo los tipos de interés. Le da miedo que eso aumente el parón económico y le lleve a perder elecciones. Uno se encomienda a la Iglesia Rusa, aunque sólo en apariencia por ser poco creyente en cualquier doctrina, salvo que le sirva para seguir mandando como es el caso. El otro es islamista ferviente y manifiesta su apoyo a las protestas contra la represión policial por los atentados contra la libertad de expresión, cometidos en Francia por correligionarios suyos. Detesta la libertad de expresión como todos los autócratas.

Son líderes muy peligrosos, autoritarios y expansionistas. Los dos están débiles porque sus economías no son capaces de aguantar el fuerte incremento de gasto militar en que están metidos. Quizá así limiten su agresividad al mero discurso populista y den algo de descanso a su gente y a sus vecinos. Prueba de ello, es que han llegado a un acuerdo para frenar el enfrentamiento en Nagorno Karabaj. Para Europa, es momento de mantener la política de sanciones por los excesos de estos neoimperialistas, que no pueden permitirse muchos lujos.

Resulta buena señal que Putin y Erdogán estén molestos por la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales en los EEUU, que aún no han reconocido. Aunque no lo confiesen, a ese par de machos alfa, con inclinaciones xenófobas, debe haberles gustado aún menos la figura de la nueva Vicepresidenta, Kamala Harris. A ver si es verdad que las cosas cambian y empezamos a tener buenas noticias.

Entre esas noticias positivas destaca la llegada de una vacuna contra el covid 19. Una vacuna en la que ha tenido un papel central, junto a la neoyorkina Pfizer, la firma europea BioNTech. Esta es producto de la inteligencia e iniciativa de un matrimonio de investigadores, Ozlem Türezi y Ugur Sashin, hijos de inmigrantes turcos en Alemania. Su éxito nos sirve para recordar que los turcos tienen un gran futuro por delante si eligen mirarlo de frente desde la democracia, en lugar de perder el tiempo hurgando en el pasado de la mano de un creyente radical, con deriva expansionista y totalitaria.

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