Hablaba en la última entrada de mejorar la organización institucional de la investigación para potenciar una actividad imprescindible si pensamos en un futuro económico sólido, menos sometido a vaivenes y burbujas. Pero además de invertir más y bien en investigación, necesitamos corregir el sesgo de nuestro modelo económico tradicional, demasiado orientado a la construcción y el turismo.

La semana pasada la ANCI (Asociación Nacional de Constructores Independientes) pedía que el Gobierno destinara 17.000 millones de euros de los fondos comunitarios a realizar obras de infraestructuras. Supongo que la asociación que agrupa a las grandes empresas del sector, SEOPAN, estará pidiendo bastante más. El sector tiene demasiado peso en España, mucho más que en cualquiera de los principales países industrializados. Ello se traduce en un poder grande frente a la Administración y, con frecuencia, en intercambios de favores poco claros.

Las peticiones de ANCI tienen sentido, incluyen temas importantes como agua, medioambiente y salud. En este último apartado la cifra solicitada es muy pequeña, supongo que porque es una competencia transferida a las CCAA. La partida principal que se pide es transporte por carretera (7.184 millones), seguida del AVE (2.668).

No se trata de evitar la inversión en infraestructuras, se trata de analizarla con finura. Tenemos un exceso de inversión en carreteras y AVE y deberíamos dedicar más al ferrocarril convencional. Hay que poner la vista en trenes de cercanías y corredores costeros y trasversales olvidados por las líneas AVE, que además de un alto coste de mantenimiento no permiten el transporte de mercancías.  La logística se está desarrollando mucho y no debe gravitar tanto sobre la carretera, por eficacia y por ser más contaminante que el ferrocarril. 

Además de reorientar la inversión hacia prioridades lógicas, aunque quizás menos vistosas, debemos reducir el peso del sector construcción en el PIB, que sigue siendo excesivo si queremos tener una economía más industrial y abierta al desarrollo científico. Como es normal (mi libro va de eso), los que tienen medios usan su poder para influir en los aparatos políticos y en los medios de comunicación. Eso condena con frecuencia a no usar los recursos públicos con eficacia. Por eso el cambio no es fácil, parece que lo normal es ir en la línea de siempre cuando nuestra economía demanda transformaciones.

Vuelvo sobre el caso de Air Europa que ya analicé (24/08 y 04/11). Se evitó su caída con dinero público, 485 de esos millones que necesitamos para recuperarnos de la crisis de la pandemia. El fondo de donde vino esa inversión es para empresas estratégicas y poco mejoraremos si las prioridades se dirigen a objetivos (potenciar el movimiento turístico, reforzar Barajas e Iberia) de otros tiempos. Se ha decidido lo contrario que un gobierno de un país más pequeño, pero con muchos recursos públicos, como es Noruega. No han movido un dedo para evitar que su gran compañía aérea, Norwegian, entrara en concurso la semana pasada, a causa de los graves problemas causados al transporte aéreo por las restricciones a la movilidad, siendo una aerolínea mucho más estratégica que Air Europa por su relevancia en el low cost.

La economía española necesita nuevas alas para un vuelo sostenido, no las del AVE ni las de aviones cuyo futuro será volar menos. No debemos olvidar la construcción o el turismo, pero hay que evitar que nos limiten en exceso para poder invertir más en investigación, industria competitiva, energías renovables, digitalización, logística sostenible, sector primario avanzado…

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