Según un reciente informe de la Comisión Europea sobre nuestro déficit fiscal, España deberá dedicar un creciente porcentaje de ingresos públicos al pago de pensiones y hay dudas de que pueda hacerlo. Necesita elevar de forma constante la carga fiscal hasta mediados de siglo. El panorama es desolador, sobre todo teniendo en cuenta que la esperanza de vida se prolonga. Lo que la Comisión no prevé es que, dentro de 25 años, se habrán eliminado los billetes. Dinamarca lo hará en 2030, allí casi nadie paga ya con papel moneda. Es increíble la ceguera tecnológica de políticos y funcionarios cuando hacen previsiones a largo plazo.

He explicado, aquí y en el principal periódico gallego, que la economía española, gracias al mayor uso de tarjetas después de la pandemia, está venga a superar previsiones en crecimiento, empleo y recaudación fiscal y de la seguridad social. Parte de lo que los analistas económicos ven como crecimiento no es actividad nueva, es afloramiento de economía sumergida. Los autónomos y las pymes cobran menos en billetes y tienen que declarar mayor facturación y liquidar más IVA e impuesto sobre resultados, además de dar de alta a trabajadores que tenían sin integrar en la seguridad social. El proceso de modernización de sistemas de pago está ayudando mucho a España, los avances tecnológicos abren inesperadas capacidades de mejora, pero se enfrentan a la resistencia conservadora, a la creciente voluntad de seguir como antes, apoyada por intereses, muchas veces, inconfesables.

Reproduzco a continuación una noticia de La Voz de Galicia de hoy sobre el imparable aumento de los pagos electrónicos. La estadística en que se basa es del Banco de España, celoso defensor del papel moneda, obligado a reconocer su decadencia. Con esas cifras, entre el 10 y el 20 % del crecimiento del PIB este año sería consecuencia de la caída del empleo del efectivo.   

El riesgo que asumen los jóvenes de quedar sin pensión es muy injusto. Casi todos han dejado los billetes y lideran el empleo de tarjetas para pagar, ayudando a que la Hacienda Pública tenga más ingresos. Como explico en el libro que reproduzco más abajo, la supresión de los billetes dispararía hasta un 15% la recaudación fiscal y reduciría mucho el gasto público, porque, según mis estimaciones, sobraría la mitad de la policía y de los juzgados de lo penal, aunque se dedicaran muchos más medios a combatir, por ejemplo, la violencia de género. Las pegas que se ponen para  iniciar el proceso de eliminar el papel moneda son solucionables, también se explica allí. Si no quieres que el banco sepa en qué gastas, usa tarjetas prepagadas. Para evitar los problemas de los apagones eléctricos, las tarjetas cuentan con un chip que puede albergar un límite de crédito o una transferencia de fondos para pagar en tpvs que tienen baterías y memoria para registrar operaciones y enviarlas al recuperarse la conexión.

Los jóvenes están ayudando a que el mundo mejore en el uso de sistemas de pago, donde aún tienen demasiado peso restos de opacas tecnologías muy antiguas (fundición de metales e imprenta), que facilitan la vida a mafias, ladrones y evasores. Los jubilados de la segunda mitad del siglo no tendrán problemas para recibir pensiones, incluso para cobrarlas mejores y más años, conforme aumenta la esperanza de vida, y, al mismo tiempo, habitarán un mundo más seguro y con menos impuestos. Salvo que bancos centrales, políticos corruptos, empresas de seguridad, delincuentes y evasores consigan evitar la evolución natural hacia medios de pago trazables.  

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