El domingo se celebró la quinta toma de posesión de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua y tuvimos ocasión de ver, presentes o representados, a presidentes de Estados que padecen formas similares de liderazgo. Son como monarquías medievales, lo ejercen de forma vitalicia y aspiran a nombrar sucesor. Daniel, asesorado por su maquiavélica reina consorte Rosario Murillo, se ha proclamado vencedor de unas elecciones observadas, desde la cárcel o el exilio, por los opositores que tenían alguna posibilidad de hacerle frente.

Le arroparon los países que entienden la democracia como un conjunto de liturgias y procesos cuyo único fin es dar una pátina de legalidad y sacralizar el poder de los que lo ocupan como propietarios de una finca. Les gusta apoyarse. Según ellos, son los vecinos y sus malos hábitos son culpables de todos los males, que siempre vienen de fuera: el imperialismo americano, el neo liberalismo, las insidias de democracias corruptas… Los adjetivos representan, a veces, cosas criticables, pero se exageran y sacan de contexto para justificar la defensa del solar patrio. Nunca mejor dicho lo de solar, los autoproclamados patriotas saben sacarle rendimiento personal, son un club de millonarios.

La ceremonia se celebró en la Plaza de la Revolución, por supuesto. El nombre les encanta, como los desfiles militares y las manifestaciones de apoyo. La lista de países que asistieron es reveladora: China, Rusia, Cuba, Venezuela, Turquía, Irán, Corea del Norte, Laos, Angola, Bielorrusia o Egipto. Ejemplos de democracia entendida como instrumento al servicio del dueño de la finca. Los que vivimos en tiempos de dictadura aún recordamos las críticas que aquel régimen hacía a los insanos vicios de la partitocracia.

Algunos mantienen elecciones algo abiertas, como Venezuela. Es un riesgo, porque cuando la gente se pone a votar a veces es desagradecida con los padres de la patria. En tiempos de retroceso de las formas democráticas en muchos lugares, es una alegría que, el mismo día de la toma de posesión de Daniel Ortega, la oposición al régimen chavista haya arrebatado a sus herederos, ganando por segunda vez unas elecciones que les obligaron a repetir, el gobierno de Barinas, estado natal de Hugo Chávez, fundador de la estirpe.

Los mandatarios chinos o de Corea del Norte se ríen de los que toleran elecciones no controladas totalmente. Para ellos, es un acto irreflexivo e innecesario. Pekín ha ido laminando cualquier posibilidad de democracia en Hong Kong y espera poder hacerlo pronto en Taiwán. Sin embargo, para los defensores de las libertades y los derechos humanos lo ocurrido en Barinas debe ser un mensaje para incentivar las elecciones abiertas, ofreciendo ventajas comerciales o recortando sanciones a los que las toleren. Hasta las monarquías que sobreviven han sido obligadas a adaptarse a formas democráticas a cambio de seguir viviendo del Estado.

Muchos autócratas, especialmente los de base petrolera, son tan ineficaces que necesitan que se les eche una mano, debería hacerse a cambio de que realicen avances hacia un estado de derecho. La necesidad de dinero está presente, por ejemplo, en la variante más peligrosa de esa subespecie, Vladimir Putin, que reivindica autoridad sobre zonas del imperio soviético, donde quiere seguir mandando y apoyando a individuos, modelo Daniel Ortega, en lo que considera su zona de influencia. Estos días le toca el turno a Kazajistán, hace un par de meses fue Bielorrusia, mientras sus tropas acampan ahora en las fronteras de Ucrania. Alimenta el nacionalismo ruso para tapar las dificultades de sus ciudadanos. Algo de dinero ayudará a que entre en razón.

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