Hace un mes, falleció a los 101 años Josep Almudéver Mateu, el único miembro que quedaba con vida de aquellas Brigadas Internacionales que vinieron en ayuda de la República durante la Guerra Civil, para defenderla del golpe militar dirigido por Franco.

Josep era una especie de reliquia histórica, vivió muchos años y se había alistado muy joven, arrastrado por su entusiasmo en defender la legalidad de una Segunda República que dio el voto a las mujeres, generalizó la enseñanza pública y abrió la posibilidad de la revolución socialista que él soñaba. La edad fue la razón de apuntarse a las Internacionales con 17 años, porque comprobaban menos que el ejército republicano la fecha de nacimiento de sus integrantes (dijo que tenía 19). El joven valenciano pudo alistarse en aquel cuerpo militar por disponer de doble nacionalidad ya que había nacido en Marsella donde su padre emigrara. Su brigada, la 129, fue la última en formarse y también en disolverse al final de la guerra.

Josep Almudéver fue herido en su primera experiencia bélica, la batalla de Teruel, que terminó en febrero del 38 y marcó el fin de las esperanzas republicanas. Al finalizar el conflicto pasó por un campo de concentración y luego por la cárcel. Cuando le soltaron, se apuntó al maquis para seguir luchando. Acabó exiliado con su familia en Pamiers, cerca de Toulouse, donde trabajó de albañil, siempre reivindicando la justicia de las causas por las que peleó. Incluso se negó a tocar una indemnización de un millón de pesetas que le envió el Rey Juan Carlos (coronel Juan Carlos le llamaba él) como compensación a los años de cárcel.

Su caso es similar al de otros que vivieron con pasión aquellos tiempos difíciles. Pero quiero destacar el eco que la noticia del fallecimiento del último brigadista internacional encontró en la prensa anglosajona, incluido el New York Times, cuando aquí pasó algo desapercibida en la nueva etapa de enfrentamientos en que está metida España, limitados afortunadamente a manifestaciones callejeras y excesos dialécticos.

The Economist dedicó su obituario semanal de hace diez días, cuyo encabezamiento figura al final de la entrada, a Josep Almúdever. Seleccionaron su fallecimiento cuando en el mundo muere mucha gente cada semana. No podían dejar pasar la ocasión de recordar, con esta despedida final, al esfuerzo de las Brigadas Internacionales que acogieron a muchos jóvenes de los EEUU y el Reino Unido, con ideas mayoritariamente de izquierdas. Su valiente compromiso con la libertad no fue respaldado por sus gobiernos, por eso aún tienen una mala conciencia que les honra. Recuerdan que la caída Estado de derecho en nuestro país, en tiempos de ascenso de ideas totalitarias en Europa, tuvo mucho que ver con la neutralidad elegida por las potencias democráticas. La revista inglesa lo expresa en el obituario: “…la República no perdió la guerra. Fue traicionada por el pacto de no intervención firmado por las mayores democracias occidentales en 1936…”. 

La neutralidad no fue seguida por las dictaduras fascistas de Italia y Alemania que dotaron a Franco de los recursos militares, especialmente de fuerza aérea con capacidad de realizar grandes bombardeos, y le facilitaron ganar la guerra. Aquel crío que partió en el 38 de Alcacer hacia el frente, armado con un antiguo rifle sin balas porque Francia rechazaba el envío de la munición que el gobierno español le había pedido y pagado, aún recordaba a sus 101 años las explosiones de las bombas, que la Luftwaffe arrojaba sobre el frente de Teruel, y los gritos de los republicanos fusilados en el campo donde estuvo internado y le obligaban a presenciar las ejecuciones matinales.

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