El presidente de la Xunta de Galicia rechaza que el gallego se convierta en oficial de la Unión Europea aunque el Parlamento de la comunidad acabe de apoyar esa subida de categoría, y lo ha hecho por unanimidad, los diputados del PP votaron en bloque a favor de la propuesta. El cambio lo convierte en un político despreciable a ojos de muchos gallegos. Supongo que el PP nacional, presidido por otro gallego y ex presidente de la Xunta, se lo habrá exigido para debilitar el Gobierno de coalición de Sánchez, llevando la contraria, desde una de las tres nacionalidades históricas, a la apuesta de las otras para abrir las puertas europeas al vasco y al catalán. En la capital le aplaudirán, va en línea con la España uniforme que allí gusta.
Es mucho desgaste el que asume Rueda y su partido, ayudando a parar el intento del Gobierno español de reforzar la proyección del gallego, muy necesitado de apoyos para recuperar fuerzas, y dando además la espalda a lo acordado por los representantes del pueblo. Por eso pienso que tiene que haber algo más, algo sutil que justifique esa desmesura. Quizá el presidente gallego jugó fuerte porque sabe que el gallego puede ser oficial en Europa cuando quiera. De hecho, ya lo es. Hace unos años Camilo Nogueira, diputado del BNG, hablaba en gallego en el Parlamento de Estrasburgo y era volcado a todas las lenguas oficiales por los traductores de portugués.
No hace falta más reconocimiento. Traducir idiomas minoritarios es gasto innecesario a ojos de Rueda, pero no es el caso del que hablamos aquí. Que se fastidien los partidos vascos y catalanes por apoyar al Gobierno. Ellos sí necesitan que se dé rango oficial a sus respectivas lenguas en el seno de UE, aunque haya que emplear bastante dinero para traducirlas y que puedan entenderlas los demás.
Han tenido que tensarse mucho los equilibrios políticos del país para que el presidente de la Xunta se arrime a los que consideramos que el gallego es un idioma internacional que permite comunicarse con 300 millones de personas. Hay poderosas razones, económicas y culturales, para agrupar las variantes de la lengua de Rosalía y Camoens, que, al igual que el castellano o el catalán, nació en el norte de la península y se fue extendiendo hacia el sur, dando lugar a variedades dialectales, como el portugués o el valenciano, tratadas como si fueran lenguas diferentes por todos los que buscan debilitar –divide y vencerás- lo que no sea el español. Brillante estrategia de Alfonso Rueda, comprendo que deba mostrarse reservado sobre ella.
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Non é un negocio, trátase dunha chamada á sociedade civil para que empregue máis o galego, unha lingua internacional que compre defendermos. Se moita xente a viste, os políticos deberán facer máis.