Mladic morirá en la cárcel

La justicia internacional ha ratificado la condena a cadena perpetua, por genocidio, del ex general serbobosnio Ratko Mladic. Dirigió en 1995 el cerco a Srebrenica en Bosnia-Herzegovina. En julio de ese año llevó a cabo la eliminación de más de 8.000 personas de etnia bosnio musulmana para aterrorizar a la población, la peor atrocidad cometida en Europa desde la II Guerra Mundial. El jefe político de Mladic, Radovan Karadzic, cumple otra sentencia similar en una cárcel británica.

En estas últimas entradas he venido analizando situaciones originadas por las tensiones que crean los Estados nación y la progresiva aparición de instituciones y acuerdos internacionales que ayudan a superar las limitaciones del modelo dominante. Los Tribunales Penales Internacionales son un ejemplo de los pasos que se van dando, en este caso para que algunos responsables de crímenes contra la Humanidad terminen entre rejas.

España aún no reconoce a Kosovo como país independiente, aunque celebra partidos internacionales con su selección

Entre las crecientes tensiones que sufren los estados nación, menos soberanos desde que se van viendo limitados por procedimientos de decisión y supervisión multilaterales (la Unión Europea es el sistema más desarrollado en esa línea), las más difíciles tienen que ver con su propia integridad,  especialmente cuando la unidad patria oculta en exceso la diversidad de identidades que hay en su seno.

España tiene problemas de ese tipo, muy destacados ahora en el caso de Cataluña, que condicionan su postura política en el proceso de disolución de la antigua Yugoslavia, iniciado de forma incontrolada hace 30 años. Primero formamos parte del grupo de países europeos, liderados por Francia, que retrasaron el reconocimiento de la independencia de Croacia por la UE, como pretendía Alemania, y facilitaron la brutal reacción Serbia, origen de una guerra con cientos de miles de muertos en la que se dieron tragedias injustificables como la desencadenada por Karadzic y Mladic en Srebrenica.

El desmembramiento Yugoslavia fue un ejemplo extremo de los problemas que arrastran ahora viejos imperios terrestres, creados por países que no tienen fácil acceso a los mares libres y se expansionaron absorbiendo espacios vecinos. China y Rusia son los ejemplos más preocupantes que quedan de un modelo imperial complicado de deshacer, aún trabajan para volver a extenderlo. Yugoslavia era un pequeño imperio serbio, levantado sobre una zona de compleja historia, afectada por la anterior retirada de imperios terrestres importantes en su momento -el austrohúngaro y el turco- donde conviven con dificultad poblaciones con religiones, idiomas y orígenes diferentes.

El último paso del desmembramiento de aquel tinglado, que se mantuvo firme durante los años de dictadura comunista, es el de Kosovo, que se declaró independiente de forma unilateral en 2008 y al que Serbia sigue considerando una región autónoma. Eso provoca que la separación no sea aceptada por algunos Estados que exigen un pacto previo entre las partes. Por supuesto, China y Rusia están en este grupo, también España.

La independencia de Kosovo ha sido reconocida por más de la mitad de los países miembros de la ONU, entre ellos los EEUU y la mayoría de los países europeos. España, que sufre tensiones internas en el ámbito de la soberanía aunque de origen muy diferente, es el mayor Estado de la UE que aún no lo hecho. El Presidente Rajoy dejó de acudir a una cumbre europea sobre los Balcanes, en 2018, por la presencia de representantes de esta república.

El planeta paralelo del fútbol, otro espacio gobernado por encima de los Estados nación, nos hace caer en contradicciones. Nuestra selección nacional se vio obligada a disputar un partido con la de Kosovo, clasificatorio para el Mundial de Qatar, a principios de abril. El pequeño estado balcánico está reconocido por la FIFA y la UEFA, como Escocia o Gales. 

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