La Humanidad vive una difícil contradicción. Queremos cuidar más la diversidad biológica para proteger los ecosistemas y la salud de todos y, al mismo tiempo, se recrudecen tendencias a apartar a los humanos percibidos como diferentes. Un proceso con muchos grados, sobre los que orienta el título. Ahí está esa foto de la Presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, relegada a una posición secundaria en Turquía, por ser mujer. Hace pocos días, dediqué una entrada al Presidente Erdogan, un populista de variante religiosa, que considera que las mujeres deben estar sometidas a los hombres y acaba de retirar a Turquía del convenio europeo para la prevención de la Violencia contra las Mujeres. Tampoco me gusta la actitud acomodaticia del Presidente del Consejo Europeo, Charles Michell, el otro varón en la foto, que no movió un dedo para protestar . Creo que debería dimitir o ser cesado. 

El blog tiene un interés especial en denunciar los atentados contra la diversidad humana, que es tan importante, al menos, como la de otras especies. En él se han analizado algunos casos: la persecución de los kurdos en Turquía, la “reeducación” que aplica China a los uigures incluida la reclusión en auténticos campos de concentración o la expulsión de los rohingya de Myanmar hacia campos de refugiados en Bangla Desh.

Los problemas para aceptar y respetar a los diferentes existieron siempre, somos una especie muy tribal, y se consolidaron en el proceso de construcción de los estados nación que tenemos. El tema ocupa el capítulo más extenso de mi ensayo porque creo que debemos mejorar la forma de organizarnos. El modelo institucional más extendido concentra la capacidad normativa de las sociedades y tiende a uniformizar las identidades nacionales, en beneficio de fuerzas dominantes, que, por supuesto, lo hacen para defender su poder. Machismo, racismo o supremacismo cultural operan en diverso grado en todas partes, apoyándose en tradiciones históricas, muchas veces sustentadas en la religión.

En diciembre de 1955, Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un blanco e irse al fondo de un autobús en Montgomery, Alabama, EEUU. Su valor la llevó a ser detenida, pero provocó una reacción que forzó el fin de la discriminación racial basada en normas legales. Sesenta y cinco años después, se está celebrando en ese mismo país el juicio por la muerte de George Floyd, un negro desarmado, asfixiado por la prolongada presión sobre su pescuezo de la rodilla del policía blanco Derek Chauvin. Los afroamericanos son las principales víctimas de los excesos de violencia que se registran en los EEUU, reforzados por la  venta libre de armas que el Presidente Biden intenta controlar mínimamente, ni eso le será fácil. Afecta también a los latinoamericanos, nos lo recordaba ese niño nicaragüense de 10 años, llorando sólo en el desierto de Tejas, donde, esta semana, fue rescatado por una patrulla tras ser abandonado por una red de traficantes de personas.

Esto ocurre en un contexto de respeto a las libertades, donde se puede informar y saber lo que pasa, donde los perjudicado pueden protestar. En los países autoritarios las minorías lo tienen más difícil. Hay que seguir presionando a favor de los débiles desde la sociedad civil y desde los Estados democráticos. Aunque deberán esforzarse en seguir predicando con el ejemplo, pues también crecen en ellos el viejo nacionalismo y el rechazo a las minorías.

Tras siglos de erosión, en aras de la unidad nacional, la preservación de la diversidad humana sigue siendo el gran reto para la libertad en el siglo XXI, pues afecta al sistema institucional dominante. Es el difícil test que mide la calidad democrática de la sociedad moderna: el respeto y la protección de todos, incluidos los diferentes.

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1 comentario

  1. Sin entrar en otras consideraciones, con las que estoy de acuerdo en lo sustancial, voy a referirme, concretamente, a la relegación a la que fue sometida la Presidente de la Unión Europea, Sra. Von der Leyen.
    Lo acontecido es increíble e impresentable, pero no solo por parte del anfitrión, de quien cualquier cosa cabe esperar. Porque ¿Que pensar de los responsables de organizar la visita, cuando como es natural y sucede en casos de mucho menos relieve se supervisan previamente los más mínimos detalles de encuentros similares?. ¿Que de la propia Dª Ursula, tanto por la representación que ostenta como
    por su condición de mujer, al sufrir aparentemente impasible tan intolerable desconsideración y desafuero?. ¿Cabe esperar de una mandataria tan relevante, con su formación y experiencia, una actitud menos digna de la mostrada en su día por Rosa Parks, «aguantando el chaparrón» sin hacer valer sus citadas prerrogativas?.
    La Sra. Von der Leyen, llega a su relevante magistratura precedida, como no puede ser menos, de una magnífica «vitola» que lo acontecido no debe ni puede empañar, pero su timorata respuesta y la negligente imprevisión de sus edecanes debería ser motivo de reflexión. Si a uno no le respetan hay que hacerse respetar.

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