En el tema fiscal, las declaraciones de nuestro Presidente ayer corroboran lo que es obvio: que el Estado va a incurrir en un gran déficit para paliar los efectos de la pandemia, lo que hará que la deuda pública se dispare a niveles insospechados.

Su propuesta para mitigar estos efectos, es la clásica: subir impuestos. Es una medida con poco recorrido en las circunstancias actuales. Si se exceden, además de no conseguir el objetivo deseado, se corre el grave riesgo de frenar el crecimiento, dañando a las clases medias y a las inversiones. Lo primero radicalizará la situación política y dificultará los consensos, lo segundo limitará las posibilidades de recuperación.

Para salir de ésta con una deuda pública asumible hay que trabajar en dos direcciones. Lo principal no es subir tipos impositivos, sino recaudar mejor, trabajando para reducir el uso del efectivo, los paraísos fiscales y los excesos de competencia impositiva, al menos en Europa y, desde luego, en España. En entradas anteriores he propuesto medidas concretas para hacerlo. Si sólo subimos impuestos, sin combatir la economía sumergida y la evasión fiscal, podemos acabar recaudando menos porque incentivaremos prácticas demasiados extendidas.

Hay algo aún más importante, abordar una reducción significativa de la Administración, para hacer sostenibles en el medio plazo las mayores prestaciones sociales y ayudas a las empresas. Entre una caída del PIB en el entorno del 10% y la expansión del gasto público para paliar las consecuencias de la recesión vamos a terminar 2020 con un peso del Estado sobre el PIB que es insostenible, es urgente eliminar el peso muerto. También he sugerido cómo empezar: suprimir estructuras redundantes, como las provincias o un banco emisor que ha dejado de emitir moneda. Pero hay más lugares donde meter el bisturí, la baja productividad y el exceso de gasto del Estado están en muchos sitios.

Recomiendo que lean un artículo en Le Figaro, que reproducía El País del lunes pasado , titulado “La degradación francesa” y firmado por el historiador y ensayista Nicolas Baverez. Es una nueva referencia a la necesidad de reformar el Estado francés a fondo porque la economía gala no soporta su coste. Francia tiene que descentralizarse y reducir el gasto público de manera radical. Quieren hacerlo, pero se quedan en las buenas intenciones porque no tienen algo parecido a nuestras Comunidades Autónomas.

Aquí aún hay mucho jacobino adicto al modelo de allende Pirineos. No creo que en las reuniones que está teniendo el Gobierno con los principales partidos de la oposición, para acordar un plan de salida de la crisis y aprobar unos nuevos presupuestos, se hable por ejemplo de suprimir las provincias, de alejarse del modelo francés y acercarse al alemán, mucho más eficiente. Nosotros lo tenemos fácil, falta voluntad política para ahorrar gasto inútil, quizá porque tienen muchos compañeros beneficiándose del tinglado. Ese tipo de medidas son las que hay que pactar entre todos cuando nos enfrentamos a una situación tan grave.

En mi libro y en este blog me he quejado de las enormes dificultades que hay en todas partes para reformar las instituciones públicas, para hacerlas más operativas, menos onerosas y arbitrarias. Preparémonos para luchar por ello desde la sociedad civil, porque la situación exige cambios para que el mundo no se convierta en una trampa de desigualdad, crisis sanitarias, opresión de las minorías, enfrentamientos militares y baja sostenibilidad.

Las declaraciones de Sánchez indican que no se analiza correctamente la situación, como tampoco lo hacía sobre los errores al combatir la pandemia. La salida de la crisis va a ser más difícil de lo necesario si se insiste en usar herramientas que ya no dan mucho de sí.

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