Putin y Erdogan comparten helados

Es muy veraniega esa imagen que reproducía la prensa de ayer. Es Putin el que invita, porque están en Rusia y su compañero es un gran cliente al que quiere fidelizar. Ya le ha vendido el nuevo sistema de  defensa antimisiles que Turquía, un país miembro de la OTAN, acaba de implantar. Esta vez quiere convencerle de que adquiera el nuevo caza (Su-57) que presentan en un salón aeronáutico, cerca de Moscú.

Este tipo de dirigentes de vocación autocrática se sienten a gusto organizando desfiles y exhibiendo fuerza militar. Ahora, ambos se enfrentan a graves problemas internos y a una una creciente oposición popular, especialmente en sus grandes ciudades.  Como no están dispuestos a irse, si les van fallando los votos que les llevaron al poder, siempre está el ejército para “legitimarles” ante las supuestas amenazas de los enemigos externos.

Al nuevo zar y al nuevo sultán les va la marcha. Son presumidos y prepotentes, auténticos machos alfa. Habría que bajarles un poco los humos para que dejen de atosigar a sus pueblos, con censuras y medidas policiales, y a los países vecinos amenazándoles con ocuparles territorios. En el último capítulo del libro se analizan estos comportamientos y se recomiendan limitaciones comerciales para que den marcha atrás.

En el caso de Rusia, estas medidas deberían basarse principalmente en el desarrollo de energías limpias, que disminuyan la dependencia que tiene Europa del gas ruso y ayuden a rebajar la presión sobre el medio ambiente que acarrea el uso de hidrocarburos.

Si se les aprietan las tuercas van a tener que agachar la cresta. El orgullo patrio se olvida cuando no hay que comer. Rusia, con un producto interior bruto que es sólo el 80% del de Italia, tiene un gasto de defensa que es dos veces superior al italiano (cifras oficiales). Turquía es un caso similar, su PIB es poco más de la mitad del español y nos supera en gasto militar. Los rusos y los turcos se van a cansar de pasar penurias mientras los jefes presumen de machotes, consumen helados en público y caviar en privado.

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