Los medios aún titulan que crece el temor a una nueva invasión o que hay que prevenirla con más sanciones. Pero ya se ha producido, Rusia ha enviado fuerzas de “pacificación” a las zonas limítrofes de Donbask, donde se concentra mucha población de origen ruso. Esa región acoge a las autoproclamadas repúblicas de Lugansk y Donetsk, establecidas desde el 2014, cuando Moscú ocupó militarmente y anexionó la Península de Crimea, en su primera invasión del país vecino.

Aquel conflicto se frenó con el Protocolo de Minsk, que no otorgaba estatus soberano a las nuevas repúblicas, aunque pedía que recibieran un tratamiento de regiones autónomas dentro de Ucrania. Su independencia acaba de ser reconocida por Putin y refrendada por la Duma. El reconocimiento abarca el territorio que ellas se habían auto concedido y que ahora está ocupado en su zona occidental por el ejército ucraniano y las fuerzas de “pacificación” pueden intentar desalojarlo para proteger a los nuevos Estados. Rusia va absorbiendo Ucrania a bocados desde su frontera.

El nuevo zar intenta reescribir parcialmente la derrota de la URSS, que los rusos consideraban su imperio, su área de influencia. Es propio de los autócratas nacionalistas. Putin es un peligroso macho alfa al que no le amilana usar la fuerza, que camufla como acciones de pacificación, de protección a poblaciones rusas o para asegurar su espacio de seguridad.

Un segundo elemento para entender al totalitario Vladimir es su desprecio hacia las formas de gobierno democráticas a las que considera débiles y fáciles de someter con sus taimadas maniobras de amenazas, acuerdos, agresiones, empleo de redes sociales para desprestigiar a líderes que considera peligrosos… El desprecio es muy significativo respecto a la Unión Europea, a la que odia por ser un intento de ir superando las limitaciones del estado nación en un planeta más poblado, integrado y diverso, que tiene problemas importantes que sólo se pueden solucionar trabajando juntos. Un proceso herético para su fe nacional eslava y para la de todo tipo de populismos en alza en muchos países, incluidos los europeos.

En el corto plazo, Putin es más peligroso que el propio Xi Jinping, otro nacionalista que basa su estrategia expansiva en el convencimiento de que las democracias están en declive. Hay muchas referencias a todo esto en el capítulo que mi ensayo dedica a las tensiones que afectan al estado nación en estos tiempos. Especialmente donde hubo imperios terrestres, que consistieron en la invasión de territorios vecinos por naciones con difícil acceso a los océanos (Turquía, Austria-Hungría, Alemania, Serbia, China, Rusia…). Su decadencia provocó guerras en los dos últimos siglos. En esas zonas las fronteras todavía separan poblaciones con alguna afinidad, que son usadas por  Presidentes populistas para justificar políticas agresivas.

A pesar de dirigir el país más extenso del planeta, a Vladimir no le va a faltar apetito expansionista mientras viva, su principal problema es pagar la cuenta. El dinero es determinante para un gigante con ansias de superpotencia, pero con un PIB anual sólo un 7,5% superior al de España. Depende totalmente de las exportaciones de gas y tiene una población envejecida, que va perdiendo la fe en su Presidente. Les da de comer abundante orgullo ruso, pero no sirve para paliar del todo el hambre o los problemas sanitarios. Hacen bien los Estados democráticos en apretarle ahí, pero, de entrada, Putin ha conseguido que la tensión militar haya disparado el precio de los derivados del petróleo, lo que le ayuda a sufragar dispendios armamentísticos.

Las cosas se están poniendo oscuras en la frontera oriental de Europa que, en el caso de Ucrania, se sitúa en torno a Lviv, a donde los EEUU movió recientemente su embajada, por ser una ciudad más alejada de la influencia rusa. La capital, Kiev, es fácil de ocupar, está demasiado cerca de Bielorrusia, donde Moscú concentra un gran ejército, y separada de ella por una zona despoblada, fácil de atravesar, en torno a la central nuclear de Chernobyl, cuyo reactor se fusionó en 1986. Lviv es una capital que, hasta 1918, formó parte de la región del imperio austrohúngaro que éste denominó Galicia, pero ese es otro tema.   

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