No todo son malas noticias. En Hong Kong, los que defienden la democracia han dado un pequeño paso. Han conseguido que se retirara el proyecto de ley que permitiría extraditar delincuentes a otras partes de China donde no hay garantías judiciales que aseguren un trato justo.

Aún quedan por lograr otras demandas de los manifestantes, como la liberación de los detenidos estos meses o la autorización de una investigación independiente sobre la brutalidad policial. Dentro de estas exigencias de los manifestantes, sería muy importante que se consiguiera la dimisión de la jefa de gobierno del territorio: Carrie Lam. Porque representaría una penalización política, de la mano de las protestas populares, a una marioneta de Pekín. Algo imposible de digerir para un régimen totalitario. Ellos encontrarán un sistema menos visible de retirar a la señora Lam si deja de serles útil.

Los detalles y los análisis de lo que ha ocurrido allí están en los medios hoy. A mí me interesa resaltar un par de temas de fondo. En el libro (pg. 161) se dice: Los chinos no son incapaces de vivir en democracia, como muestran los casos de Taiwán y Hong Kong, a pesar de las insinuaciones que el partido dirigente deja caer de vez en cuando, alegando que su sistema político es más eficaz y próximo a la tradición cultural china, alejada de los “valores occidentales” que se quieren imponer desde fuera.

Esa es la realidad. La democracia, una vez que se prueba, es resistente, no hay tradiciones milenarias que valgan. Las manifestaciones de Moscú, registradas también estos días para protestar por el “filtrado” policial de candidatos independientes a las elecciones locales, son un contrapunto a lo ocurrido en China. Los demócratas rusos han fracasado, sólo han conseguido aumentar la represión. Moscú representa, como Hong Kong o Estambul, la resistencia de las grandes ciudades a la creciente represión  aplicada por los autócratas. El problema de la capital rusa es que su experiencia democrática resulta insuficiente. Fue congelada cuando empezaba a tomar cuerpo y por eso le va a costar mucho librarse de la garra del partido de Putin. Hong Kong vivió más tiempo un régimen de libertades y las defiende con intensidad. Eso es difícil de asumir por el PCCh. Habrá más tensiones y no podemos descartar incluso una ocupación militar de la excolonia británica.

Seguro que ganas no les faltan. Su jefe, Xi Jinping, nunca va a dejar de intentar el control de disidentes por todos los medios a su alcance, aunque apruebe concesiones tácticas a las ideas democráticas. Ideas que van contra la raíz última de su poder,  ideas que pueden extenderse a otras partes de China, impulsadas por el crecimiento de la clase media, que constituye una base para la extensión de la libertad.

Esta es una segunda reflexión: debemos cuidar a las clases medias si queremos mantener democracias operativas. Mi libro analiza este tema (pgs: 95-99, entre otras). El desgaste de las clases medias está detrás  de muchos de los problemas que tenemos hoy en Occidente. En China, por el contrario, están en alza y suponen una oportunidad en la lucha por la democracia.

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