El día en que los cristianos conmemoran el nacimiento del Hijo de Dioses es buen momento para echar luz sobre elucubraciones relativas el maligno, menos complejas y misteriosas de lo que parecen. Prueben a escribir el 666 en caracteres romanos y saldrá: DCLXVI, una relación de esos números. Eso ya lo han hecho otros, no hay más que entrar en Wikipedia para ver la variedad de explicaciones que existen sobre el origen del llamado número del diablo, desde el Apocalipsis de San Juan -en este caso el número debería ser, según parece, el 616- a considerar esas letras romanas como el posible acrónimo de una frase misteriosa.

Nadie se ha quedado en lo más sencillo: es sólo eso, una lista de los símbolos de los números romanos. Por pura casualidad, representan una cifra que da un capicúa redondo, expresada en los símbolos que usamos ahora, y favorece especulaciones. Mi tesis es que alguna secta decidió maldecir esos símbolos para manifestar su rechazo a lo que representaban.

La resistencia a los números latinos, como símbolo del Imperio Romano, pudo originarse en los griegos, en los judíos, en los asirios, que curiosamente tenían una matemática avanzada de base 6, o, más tarde, en los pueblos bárbaros. Pero también puede derivarse del rechazo al poder de la Iglesia, tan aficionada al uso del latín como lengua litúrgica universal. Sería entonces una iniciativa de los arrianos excomulgados, que facilitaron la conquista árabe del norte de África y la Península Ibérica, o de los primeros protestantes enfrentados a la curia romana. Pero quizá se trate sólo de una maldición formulada por jóvenes hastiados de aprender un sistema de numeración que ya no servía para nada. Por odio o por pereza se atacaba una cultura o una religión, combatiendo su simbología. Lo demás es construcción esotérica posterior.

El 666 es un capicúa atractivo. Eso explica que, en algún momento, se olvidaran del primer número que completaría la lista romana, M. La conversión de MDCLXVI a caracteres árabes hubiera dado 1666. Esa debería haber sido la versión actual de la cifra objeto de maldición, pero resulta menos llamativa.

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